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Prohibir la Coca Cola ( by Javier Ortíz (Ilustra: Eneko)

Oí contar hace años que las normas disciplinarias del Ejército español, en sus tiempos de mayor gloria irracional, preveían la imposición de sanciones graves contra los animales y las cosas que cometieran o permitieran la comisión de hechos dañinos. Así, si, por ejemplo, alguien se caía o se tiraba por una ventana, cabía que la autoridad competente condenara a la ventana a ser tapiada; o si un asno daba una coz a un oficial –es otro ejemplo–, el bicho podía sufrir en sus carnes el azote severo de la justicia castrense, sin excluir la pena de muerte.

He tratado de comprobar si esta historieta tiene algo de cierta o es mera leyenda, pero no he tenido éxito. Verdad o fábula, me sirve en todo caso para referirme a una querencia que, aplicada de manera más general y por vías mucho menos chirriantes, es bastante común y muchos se empeñan en ella, considerándola incluso una muestra de sensatez.

Veamos. ¿Son intrínsecamente malas todas las sustancias estupefacientes, lo que hace de rigor prohibir su producción, distribución y venta al nivel que sea, salvo como componente farmacológico sujeto a prescripción médica? Nuestras autoridades hablan y actúan como si así fuera, pese a que el conocimiento de las distintas prácticas culturales existentes en el mundo nos demuestra que hay personas que son capaces de servirse con moderación de tales sustancias obteniendo de ello beneficios varios, incluyendo los lúdicos. El consumo inmoderado del opio llegó a convertirse en un grave problema en la China del XIX, pero muchos orientales frecuentadores de fumaderos de opio alcanzan edades muy provectas en excelente estado de salud.
Sucede algo semejante con nuestros alcoholes, que en algunos países son perseguidos con rigor extremo: bebidos en exceso causan graves daños individuales y sociales, pero su ingesta moderada puede no afectar apenas a la salud y resultar bastante placentera.

Quiero decir con esto que ninguna de estas sustancias es ella misma mala; lo que puede ser nocivo, y mucho, es su consumo torpe y abusivo.

Pasa lo mismo con internet. Durante años, hemos oído hablar de este medio de información y comunicación cual si se tratara poco menos que de un arma del diablo. Como tantos otros frutos del ingenio humano, internet no puede ser catalogado moralmente en sí: depende de cómo y para qué se use. ¿Que se cometen delitos con la ayuda de internet? Claro. Y con la del teléfono, y la de los coches, y la de los rotuladores. Tampoco faltaron en su día los que consideraron una aberración la aparición del ferrocarril, lo mismo que la de los aviones: recordemos aquello de que «si Dios hubiera querido que el hombre volara, le habría puesto alas».

Bueno, pues yo me voy a aprovechar de esa tendencia tan humana de hacer recaer culpas sobre las cosas para pedir que se prohíba la Coca-Cola, por lo menos la envasada en cualquiera de sus formas, a la vista de su capacidad para convertirse en objeto arrojadizo en los campos de fútbol. Ayer vimos caer fulminado al entrenador del Sevilla, Juande Ramos, tras ser alcanzado en el occipucio por una botella de plástico llena del brebaje norteamericano en cuestión que arrojó un energúmeno contra él. En el estadio del Zaragoza también se lanzaron botellas de Coca-Cola. Hay que hacer algo contra ese producto, cuya composición, además, dista de estar clara. Ya teníamos noticia de que crea adicción y tiene ciertos efectos euforizantes. Ahora sabemos que, además, utilizada de otro modo, puede provocar pérdidas de conocimiento y traumatismos cráneoencefálicos.

La ministra tiene que hacer algo, y pronto.

manuel rubiales
manuel rubiales dice:
02/03/2007 14:25

Pues fíjate que te puedo dar fé de que lo que se dice, en este genial artículo, sobre los objetos-cosas suceptibles de ser sancionados en los cuarteles es totalmente cierto. Te contaré algunos casos. A mediados de los noventa en la capitanía general de marina de San Fernando había una garita de vigilancia arrestada porque en su interior un marinero se había levantado la tapa de los sesos durante una imaginaria. Aún más chirriante resulta el caso de un heroe de Infantería de Marina, un tal Martín Alvarez, que murió en Trafalgar, y que aún hoy, como reconocimiento, permanece en nómina, vamos que se le hace todos los meses un libramiento de pago, supongo que de cero euros, y se le pasa lista cada mañana. Asi que...¿Por que no prohibir la cocacola? Ya puestos
Salud.

rafa leon
rafa leon dice:
02/03/2007 15:04

Estando de acuerdo con casi todo -y no digo todo porque supongo que algo se me escapará- con los planteamientos que, con su ironía penetrante y magistral, nos deja en este artículo Javier Ortiz -ya quisiera yo para mí una mínima parte de su lucidez y capacidad comunicadora- pienso que sería mucho más efectivo -puestos a hacerlo- prohibir a "señores" como Lopera o del Nido que, tirando la piedra y escondiendo la mano -y es qe el morbo a nadie debe escapársele que genera dividendos-, se erigen en generales en la sombra de esos grupetes de energúmenos que acuden a los estadios y estigmatizan como violentos a la gran mayoría que va allí a pasar el rato -aunque desfoguen soltando más o menos improperios-. Y conste que no me gusta el fútbol,aunque me proclame bético en las tertulias cerveceras, por aquello de que si te quedas callado más de la cuenta te aburres y también un poco por aquel extinto espíritu del manque pierda, que, sin duda a todas luces, era espírtu ganador siempre, al menos en la no generación de estúpidos sinsabores.

Así que eso, a prohibir a Lopera y a Del Nido. Pero, claro, ¿quién le pone el cascabel al gato? Pues como con la Coca cola. Pero además, y repito que estando de acuerdo con Ortiz, sí está prohibida como hierba del demonio la marihuana, que se prohiba también el vino ¡coño! Me voy a echar una copita.

Abrazos
Rafa

manuel rubiales
manuel rubiales dice:
02/03/2007 15:26

Rafa, hazte cadista que vas a sufrir más y, además, en el Carranza ni te cuento como rula la maría. Es mas, si pillas butaca en la parte alta del graderío fumas gratis.
Me apunto a esa copita.

Torquemada.
Torquemada. dice:
02/03/2007 17:57

Es tan cierto lo de escurrir el bulto y penalizar las cosas, que Torquemada en su décima reencarnación (lo hizo de alferez de complemento en la Brunete), concretamente en el CMSA n? 1 de Madrid alla por el año 1990, que estaban arrestadas ¡las banderas! e igualmente el arma reglamentaria de la división era un mauser del año 1953 rectificado para la munición OTAN porque el uso del cetme estaba prohibido. Asi que doy fé (yo mejor que nadie) de estas insensateces castrenses.
Ahora bien, a tu pregunta de si son intrinsecamente malas las sustancias estupefacientes hay que decir que por supuesto que sí. Porque evaden al personal, porque los convierten en impios hedonistas que acaban incluso disfrutando de la vida, porque se relajan, porque toleran más al otro y porque se lo pasan bien e incluso se rien a veces (cigarrito de la risa dios mediante). Esto aleja a las buenas gentes de lo que llevamos predicando siglos, que esto es un valle de lágrimas, pasajero, donde hay que expiar pecados y prepararse para el flipe total que nos llegará si hemos sido buenos fieles (pago de diezmos incluidos).
Asi que la única sustancia permitida es el olor del incienso y escuchar al Losantos con quien tambien se flipa bastante.
Ahora, por donde ya no paso, es por lo de la cocacola, ¿con que c--- nos vamos a tomar los cubatas? (por supuesto que Torquemada es astemio, pero ha de comprobar in situ todas las libaciones de los pecadores para hablar con conocimiento de causa). ¿Tu eres consciente del daño que le produciriamos a los productores de Ron, todos ellos tercermundistas?. Fidel Castro te prohibiría la entrada a Cuba, y su colega Chaves (no el cabezón)te tacharia de anti-cacique. Además ¿se ha muerto el Juande?no, ha sido un leve desvanecimiento que además le va a computar como accidente laboral y le van dar como ganada la eliminatoria. Yo creo que incluso la botella era de casera cola.
Asi que no me toques las cocacolas, y la Ministra, acepto pagarle el sueldo pero para que no tenga más ocurrencias.
Saludos cubateros, insensato.
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