La prohibición
EULOGIO Buenavista fue condenado a oscuridad perpetua, acusado de echarle un mal de ojo a una doncella ciega por nadie nunca vista. Cuando un lustro más tarde, Eulogio, enceguecido, fue puesto en libertad tras haberse probado su inocencia, no pudo contener, al sol, su llanto. Y lloró hasta secarse por completo, quedando en un montón de polvo inerte, sobre el que, incorruptibles, en un afán panóptico, como un inmenso espejo, perduraron sus globos oculares. Jamás nunca pudieron, malditas para siempre, las gentes del lugar cerrar sus párpados.
Ilustración: Salvador Dalí, "Niño geopolítico observando el nacimiento del hombre nuevo".