El principio (por Rafa León)
El hombre, una vez más, había tenido un mal día. Absorto en sus pensamientos vacíos y sentado solo frente a un café aguado en aquel lúgubre bar de carretera, la madrugada, oscura y lluviosa, iba sepultando sin misericordia sus ultimas esperanzas y arrancándole, con la precisión torturadora de un dentista nazi, las pocas ganas de vivir que, a duras penas, aun conservaba.
Una muchacha joven y con una enorme tristeza sin cicatrizar en su rostro, acompañada únicamente por el estridente chirrido metálico sin engrasar de la puerta y por las gotas de tormenta que caían de su pelo caoba, entró entonces quebrando por un instante la soledad y el ruidoso silencio que, a borbotones, salía de la máquina de moler café. Pidió una copa de aguardiente y se sentó en el extremo opuesto del local.
El hombre tomó la taza en sus manos temblorosas de frío y desaliento y se le aproximó atravesando aquel inmenso desierto de mesas repletas de vasos y platos sucios y servilletas de papel manchadas y arrugadas como atormentadas almas de usar y tirar en el Purgatorio.
- Hola ¿te importa que me siente contigo a terminar el café? Es sólo por charlar un rato, por no estar solo.
La muchacha alzó sus ojos húmedos y rojos de lágrimas tan recientes, lo miro fijamente y, sonriendo, con dulce amargura le dijo:
- ¿Sabes? Creo que no es un buen momento. Además, soy puta.
- Y yo matemático.
Fue el principio de una íntima amistad.
Una muchacha joven y con una enorme tristeza sin cicatrizar en su rostro, acompañada únicamente por el estridente chirrido metálico sin engrasar de la puerta y por las gotas de tormenta que caían de su pelo caoba, entró entonces quebrando por un instante la soledad y el ruidoso silencio que, a borbotones, salía de la máquina de moler café. Pidió una copa de aguardiente y se sentó en el extremo opuesto del local.
El hombre tomó la taza en sus manos temblorosas de frío y desaliento y se le aproximó atravesando aquel inmenso desierto de mesas repletas de vasos y platos sucios y servilletas de papel manchadas y arrugadas como atormentadas almas de usar y tirar en el Purgatorio.
- Hola ¿te importa que me siente contigo a terminar el café? Es sólo por charlar un rato, por no estar solo.
La muchacha alzó sus ojos húmedos y rojos de lágrimas tan recientes, lo miro fijamente y, sonriendo, con dulce amargura le dijo:
- ¿Sabes? Creo que no es un buen momento. Además, soy puta.
- Y yo matemático.
Fue el principio de una íntima amistad.
¡Viva el 69!
:P