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Almas jemeres
No hay nada que juzgar. Pol Pot no fue
jamás un dictador ni un genocida.
Fue más que nada un héroe
que arrancó, gobernando con firmeza,
la patria de las sucias
zarpas de los traidores.
Los desaparecidos, los cadáveres
o aquellos que sufrieron
de exilio o de tortura
fueron el sacrificio necesario,
eso que ahora llamamos daños colaterales,
para una patria grande, unida y libre.
Por supuesto que a todo
aquel que lea estos versos
habrán de parecerle, cuando menos,
un vasto, ingnominioso despropósito
merecedor del más grande desprecio.
Rectifiquemos, pues, y, pretendiendo
la aprobación del público,
comencemos de nuevo.
No hay nada que juzgar. Francisco Franco...