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"Romances", por Miramamolín, el Moro.

Un romance es una serie ilimitada de octosílabos en los que sólo los pares tienen rima asonante. Aparecen escritos en español en el siglo XV, cuando yo llevaba ya doscientos años congelata, pero en mi primera vida tuve oportunidad de oir los llamados noticiosos y también los épicos, que sólo se narraban, recitaban o cantaban sin ser escritos.

Los romances populares y bastantes de los cultos, con el tiempo y durante siglos, se cantaban, eran la pieza fundamental de los pliegos de cordel y los romances de ciegos, amén de constituir una de las bases de los juegos infantiles hasta que llegó la televisión y acabó con las diversiones de tradición oral.

En la soledad nocturna de los desiertos que todavía estoy atravesando, a mi mente vienen recuerdos de toda índole y en las fechas en que estamos, cuando capto con el turboturbante las noticias de España, se asocian éstas con el romancero, quizá porque en esa rancia tradición oral/escrita mi sistema turbantario detecta los sustratos que explicarían muchas de las posiciones social-políticas de la carcundia, que corroen la convivencia de las gentes de buena voluntad, del mismo modo que los programas antispam localizan el correo basura en los ordenatas. Lo ilustro con ejemplos:

Hay un romance en el que se cuenta cómo un padre, no satisfecho con el noviazgo de la hija, echa al novio (llamado Redondo), ella enferma y muere, terminando así:

El entierro iba delante,
El duelo iba detrás
Y el cruel de su padre
Liando un cigarro va.
Al llegar al cementerio
Redondo fue y la besó
Y el muy cruel de su padre
Tres puñaladas la dio.

El que sigue, no sé si considerarlo de sutileza femenina o de reación ante un marido que - por su afición a la caza - me parece, en principio, violento:

Mi marido está cazando
En los montes de Aragón,
Y para que venga pronto
Le echaré una maldición:
Cuervos le saquen los ojos,
Águilas el corazón,
Unos perrillos que lleva
Le traigan en procesión.

Un tipo forastero se casa con una del pueblo, después quiere ligarse a su cuñada y engaña a la suegra para llevársela. Llegados a Piedra Santa la requiebra y como ella se niega:

Y por no, por no quererse entregar
Le ha saca, le ha sacadito la lengua.

En donde "sacadito" es que le ha "cortado". Y termina el canto con la siguiente moraleja:

Muchachas, muchachas que me escucháis
No os caséis, no os caséis en tierra ajena
Que mirad, mirad lo que le pasó
A Blancaflor y Filomena.

Abunda en el asunto otro romance en el que se narra cómo una parturienta muere porque ni su suegra ni su cuñá la asisten en tales momentos, finalizando así:

Ha muerto una joven
De lejanas tierras,
Y ha muerto de parto
por no haber partera.
No tengo más hijas,
Y si las tuviera,
No las casaría
En tierra forastera.

¿Son las bases de la xenofobia en la España profunda que se escandaliza porque las gentes de la periferia quieran autogobernarse o que justifica los ataques a inmigrantes?

En el primer tercio del siglo XX me llegó la onda a mi cueva de que, en un pueblo de Al-Andalus los mozuelos autóctonos rodeaban al forastero que pretendía a una de allí y para asustarlo, antes de zurrarle o darle masculillo, lo atufaban a peos.

Una particular forma de entender la maternidad se manifiesta en el que sigue. Cuenta la historia de un fulano que quiere ir a torear. Como la madre no quiere, le espeta:

Permita la Virgen Pura
Y la Virgen del Rosario
Que si a la corrida vas
Que te traigan en un carro.
.........
.........

-Aquí tiene usted a su hijo
Que el torito lo ha matado.
-Bendita sea la Virgen del Rosario,
Que ha sido una maldición
Que a mi hijo le ha alcanzado.

Naturalmente esta virgen del Rosario debe de ser la misma que, según la carcundia, iba en el barco de Juan de Austria cuando lo de Lepanto y que, en ciertos lugares de Al-Andalus, recibe honores de Capitán Genaral de la Armada, con su fajín y toda clase de pompas militronchas, que si no, no se explica que haga caso de deprecaciones tales.

Puede darse con un canto en los dientes cierta locutora de TV por haber dado con suegra no española, que si así hubiese sido bien podía haberle pasado lo que al conde Olinos:

Es la voz del conde Olinos,
Que en mí pensando está.
-Si es la voz del conde Olinos,
Yo lo mandaré matar,
Que para casar contigo
Le falta sangre real.
............
............

Él murio a la media noche
Y ella a los gallos cantar.

La hispánica defensa del honor no se para en barras. No puedo dejar de pensar en un tal Acebes cuando rememoro estos versos:

-He dormido con una dama
Que es la flor de Alejandría.
El padre que estaba oyendo
Todito lo que decía:
-Si fuera mi Ricardita
A quemarla mandaría.

Y la quemó (el tal Acebes le habría echado la culpa a ETA).

También oí romances sobre Mariana Pineda, la que bordó...

La bandera de los tres colores,
La bandera de la libertad.

Y asumió su destino al no delatar a sus compañeros de ideas. Por eso...

Marianita la llevan a la horca,
A la horca por no declarar.

Puestos a desbarrar, el romancero inventa vidas de santos que no hay por do cogerlas. Como la de la niña santa Catalina, adobada de racismo hispánico:

Su padre era un perro moro
Y su madre renegada.

La cría sufre martirio y es santa, claro. Pero no se explica cómo una niña, hija de perro moro y madre renegada es católica hasta el punto de consentir martirio.

Hay estudiosos que lamentan el hecho de que la tradición del romance haya desaparecido. Yo no. Creo que es mejor que estos "valores" no se transmitan más a los niños, aunque lamento profundamente que la telebasura -tan grata a los gobernantes porque adormece a las gentes- haya sustituido al romance: ¿qué es la prensa rosa, sensacionalista y/o amarilla, sino el romancero puro y duro de hoy?

Todo acorde con el permanente insulto a la ciudadanía. Hoy, sin ir más lejos, un tal Chaves -y su corte- han nombrado, quizá por resaca quijotesca (la de Alba sería) hija predilecta de Andalucía a una terrateniente, parásita donde las haya, cuyos principales méritos andaluces son la propiedad de inmensas fincas, con subvenciones multimillonarias incluidas, sus asistencia a la feria de Sevilla y su continua presencia en los papelorios rosas. Así festejan el legado de Blas Infante: insultando al currante andaluz y al propio padre de la patria andaluza, cuya preocupación por la tierra y los jornaleros era un pilar básico de su ideario. ¿Habrán leido estos farsantes la obra de don Blas?

¡Andalucía y España de pandereta!
manuel rubiales
manuel rubiales dice:
01/03/2006 09:53

¡EXTRAORDINARIO!

PacoHuelvaCala
PacoHuelvaCala dice:
01/03/2006 13:03

NO HAY COMENTARIOS, NO DEBE HABERLOS. EL ESCRITO CONTIENE LOS ELEMENTOS NECESARIOS PARA ASUMIRLO COMO TAL. ENHORABUENA.
PACO HUELVA