"El teatrico de don Ramón", por Miramamolín, el Moro.
Aunque me gusta escribir este título, por los ecos que me trae, no me refiero ahora a la obra de Martín Recuerda, sino al que se tiene montado otro don Ramón, economista, a propósito de la vocación republicana de muchos españoles de hoy.
Que el preclaro economista es un gran aficionado al teatro, género travestismo, lo sabe cualquier ciudadano que tenga alguna memoria: en trece años (13) nuestro eximio cátedro pasó de dirigente comunista a diputado del CDS (casi todo él militando en el PP de hoy), con escala en la Federación Progresista (integrada en IU). También hace sus pinitos ecologistas, suponemos que sinceros, aunque a mí me cuesta creerlo en quien defiende la globalización económica, con matices, eso sí.
Como estrella fulgurante en el espacio digital publicó hace unos días un artículo en el que concluye que debemos dejar las cosas como están, cuidando que los nacionalismos no se apoderen del poder para disgregar España y que no hay que dejarse llevar por cantos de sirena bastante desafinados.
Se ve que le mola que sólo un nacionalismo, el que se autotitula español, se apodere del poder, no importa a qué precio lo haya hecho desde que alguien lo inventara (como este aspecto de la cuestión ya lo he tocado alguna vez, hoy no me paro en ello).
Lo chusco es cómo recorre el camino para llegar a decir que hay “cantos de sirena” bastante desafinados y uno se pregunta qué clase de complejísimos modelos matemáticos habrá aplicado al supuesto para que resulte tan, eso, tan “diver”.
Da por sentado que quienes optamos por la vía republicana y federal lo hacemos por nostalgia, hurtándonos pues nuestra capacidad analítica y de razonamiento: es que somos tontos, oiga, unos críos sentimentaloides.
Nos dice que los republicanos de 1931 no supieron hacerlo bien y por eso la guerra civil acabó con la República, obviando en el artículo (no sé si en el libro a que nos remite, del que es coautor, porque no lo he leído) que la causa fundamental de que ello ocurriera es que hubo un golpe de estado ilícito e ilegal, amén de criminal (aquí se ve que la memoria RAM de su sistema flaquea).
Afirma que la idea de la República se está manejando de forma artera o frívola, porque por lo visto tiene la capacidad de leer los pensamientos y conocer las intenciones de todos los republicanos vivos: Supermán, oiga.
Y añade, infalibe, que unos somos unos frustrados, otros unos iluminados y los demás, ignorantes (ayunos de todo conocimiento, dice él, muy finamente, que por algo es archicatedrático).
Le preocupa que todo esto pueda romper el espíritu constituyente del 78, en lo que no se equivoca, porque eso es precisamente lo que no nos gustó ni gusta de la famosa transición, aunque se comprende que si él era dirigente del PCE por aquellas fechas estará muy de acuerdo con la opción monárquica que suscribieron. Nosotros hubiésemos preferido un referendum república vs. monarquía y la ruptura, con exigencia de responsabilidades, en vez de la reforma, que como su propio nombre indica, dejaba lo que había, pero maquillado de cara al “entorno” internacional y a la propia ciudadanía (¡Ay, Lampedusa!).
Me parece gratuito su aserto de que dicha constitución no fue un trágala: quizá no lo fue en sentido estricto, pero quienes vivimos aquellos momentos sabemos cómo se manipuló y acojonó (esto o guerra civil) a la opinión pública y cómo se coló de rondón en el referéndum lo de la monarquía que Franco nos había endilgado. Es decir, que fue un trágala con vaselina: un supositorio para adultos, vaya.
Su visión de lo que él llama la etapa democrática más larga y fructífera sí que es superficial, porque no entra a fondo, obvia la anestesia de la ciudadanía mediatizada, los recortes en el llamado estado del bienestar, los abusos, multiplicados por 17, del poder y su maraña de administraciones, la corrupción universal, el desempleo, la carestía de la vivienda (como dijo el poeta: “joven que hipoteca buscas...”), etc, etc...
Graciablemente nos concede el derecho a opinar -¡faltaría más: él, que ha opinado de tantas y contradictorias formas!- para, acto seguido, alabar al franquismo por sus logros económicos. Será deformación profesional, pero parece que se le olvida lo que supuso el franquismo desde el punto de vista de la legalidad y de los derechos humanos, claro que eso no se mide en monedas de curso legal ni cotiza en bolsa, que es de lo que entienden, fundamentalmente, los economistas. Para lo otro hay que ser humanistas . Y humanos. ¿Y cómo se mete esto en un modelo matemático?.
Es cierto que la República del 31 cometió errores y por eso nos planteamos, como dije en mi anterior artículo, que tenemos que aprender de ellos, pero no es menos cierto que sin el golpe de estado, quizá se hubiese conseguido una España mejor (futurible es y no dogma de fe, pero lícito pensarlo). Evitar los errores ya cometidos una vez, huir de maniqueismos y hacerlo desde abajo y metódicamente. Por ahí debemos caminar.
En definitiva, que sí es posible superar lo que hay, que la constitución actual no es un dechado de excelencias, antes al contrario como se está viviendo día a día, que es muy, pero que muy, perfectible, como este mismo don Ramón (del alma mía) reconoce y que en eso estamos, porque consideramos que no sólo es perfectible, sino derogable y sustituible por una constitución republicana federal, tal que en tantos países atrasaa...aados “de nuestro entorno” como Suiza, Alemania, Canadá,....
¿Que una legitimidad fracasó? Mejorémosla para que no vuelva a fracasar. O ¿es que porque fracasara una vez hemos de bendecir una ilegitimidad como hace don Ramón en su teatrico, travestido esta vez en monárquico globalizador y olvidadizo?.
Leyendo estas cosas tan faltas de rigor -asombrosas en un hojaldre de cátedras- comprende uno que el acierto predictivo no es lo que caracteriza a muchos economistas, por complejos que sean los modelos estadístico-matemáticos que apliquen.
¡Ojú!
-----------------------------------------------------------------------------------
20 de abril: 7 de la tarde, plaza de las Monjas, concentración por la III República.
Habría que recordar a D. Ramón, que la lucidez que produce la ciencia económica -para ser tan exacta como dicen- debe ser muy aleatoria porque, a tenor de sus vaivenes políticos, que le han llevado a defender desde una materialismo práctico hasta un neoliberalismo pasando por todas las tendencias economicistas que preconizan la infinidad de escuelas existentes, no sólo en ésta, sino en cualquier materia, resulta que, produce cierto vértigo pensar que es posible llegar a la coherencia ideológica-economicista dentro de cualquier régimen político.
Pero en fin, tampoco quisiera poner en duda, que no lo hago, los criterios que tan insigne catedrático ha empleado a lo largo de su vida para ir escorándose de la forma que lo ha hecho en sus posiciones. Sus razones tendrá, aunque algún día debiera explicarlas.
Acabo de leer hace unos días "La velada en Benicarló", que en estos tiempos que corren no vendrían mal para conocer una figura intelectual tan olvidada como Manuel Azaña.
No hay que tener miedo de hablar sobre la República. Bastante nos han asustado algunos estamentos en este país, durante más de cinco décadas, con el coco del republicanismo como lugar donde residen todos los demonios y todos los males existentes en el cielo y en la tierra.
BUENO TU ARTíCULO, MIRAMAMOLíN
PACO HUELVA