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"A La Meca", por Miramamolín, el Moro.

A La Meca me voy, sin mochila claro está y vestidito normal. Pero me voy a La Meca. No es que ahora esté en La Ceca, que va, ni que me haya vuelto a enganchar a la superstición que me ató en mi primera vida, no. Es cosa del curro. Lo explico:

Mi árabe es de los siglos XII y XIII y lo que tengo que traducir ahora es de hoy mismo, por lo que algunas veces tengo dificultades. Es como si a un castellano de aquellos siglos lo pusieran a traducir lunfardo o spanglish: podría cometer errores garrafales. Imagínese qué puede ocurrir si yo paso una traducción equivocada a la sección que lleva la prevención del terrorismo y luego se lía un pifostio de los gordos. Me daría de cosquis hasta destruirme, antes de que me destruyesen por traidor otros que yo me sé. Y no va uno a sobrevivir 800 años para sucumbir por una cuestión semántica. Sería de gilipollas y tendría mucha, pero que mucha malafollá, como diría mi lugarteniente garnatí.

De modo que a La Meca. ¿Y porqué a La Meca? Pues porque allí va más gente que al Rocío, y cada uno de un país árabohablante, así que podré darme un baño de árabe actual pluriforme que, a la postre, resultará como un máster de los que valen.

He tomado algunas precauciones. Las primeras frente a mis jefes, de los que, en exceso, no me fío: al fín y al cabo soy un moro, bueno, pero moro y ellos tienen sus prejuicios. Les he dicho (y es cierto también) que estando las cosas como están en Arabia, con rey nuevo, jaleíllos en ciertos lugares, Iraq por allí cerca, Irán al lado, Israel armando la zapatiesta como de costumbre, espías a mogollón, etc… el mejor lugar para ponerme al día es La Meca. Y, de paso, captar onda de organizaciones peligrosas, que los islamistas beatos andan por allí como los católicos beatos por donde andan los papas. Y todos sabemos lo peligrosos que son los meapilas de cualquier superstición.

Naturalmente, desde donde estoy ahora hasta allí, iré acomodando mi indumentaria para no levantar sospechas de ninguna de las policías sucesivas que me puedan escudriñar.

He camuflado mi turboturbante, dándole forma de turbante de mendigo para poder situarme en cualquier lugar architransitado e ir grabando todo lo que me pueda interesar.

Y me he puesto a régimen, porque peso más de lo que es normal para un mendigo moro. Entre la vida sedentaria de un traductor y la alimentación normal de por aquí -incluido el marrano, cerdo, puerco, guarro, chancho, cochino, gorrino… es decir, esa delicia que en mi primera vida no caté y que, al descongelarme ateo, probé y me enganchó, estando como estoy en la tierra del ibérico por excelencia- , la chilaba me aprieta un poco a la altura del ombligo. (¡Jé! Haciendo honor a mi profesión actual, lo que más me priva del cerdo es el … secreto). Será un problema adaptarme a la comida que los países de paso y la propia Meca puedan ofrecer a un mendigo, por lo que me llevo un buen surtido de barritas dietéticas cubiertas de chocolate para paliar el hambre (¡que no se derretirán, hombre, que no! ¿Para qué sirve, si no, la función frost del turboturbante?).

De lo que no estoy muy seguro es de cómo andan las comunicaciones desde por allí, de modo que puede ocurrir que falle en la regularidad de mis comentarios. No me veo yo en La Meca, en el papel de mendigo y buscando un cibercafé para transmitir, fueraparte que no sé si allí hay cibercafés, claro. Con el turboturbante puedo, pero ¿habrá cobertura? … No sé, no sé.

Espero traer anécdotas para mi amiguete el Vate Orate, y poder enviar mis impresiones de la mejor manera posible. Ya os diré.