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Umbral

Vende Umbral en estas fechas Días felices en Argüelles, un libro de memorias periodísticas. Nada novedoso, por otra parte, pues siempre se nutrió del estilo y de la memoria para escribir, y en su prolífica carrera se ha dedicado con profusión a este género. Incluso editó unas impagables memorias eróticas, que comenzaban diciendo: "Lola tenía un culo cartaginés. Y vaya usted a saber cómo tenían el culo las cartaginesas". Este arranque justifica un libro entero.

Cacuito sueña todas las noches frías de invierno que en sus ensayos (Lorca, De la Serna) y novelas, como el mayúsculo narciso de las letras hispánicas contemporáneas que es, continúa hablando de sí mismo. Por eso, en sus obras de ficción, el niño de nueve años habla como el médico de sesenta. Porque es incapaz de salir de su piel. Y lo que para cualquier otro escritor supondría un lastre irreversible, Umbral es capaz de remontarlo con la insuperable calidad de su prosa, la virtud de cada página, el aliento experimental, el hallazgo lírico, el estilo tierno y seco alternando. Como columnista, por excelencia y cantidad, Cacuito ya lo eleva a los altares de Larra, Ruano y Ortega.

Lo peor de Umbral, como ocurre con Pessoa, son sus epígonos. Es decir, periodistas y escritores que, envenenados por su prosa adictiva, se colapsan en citas explícitas e implícitas, adoptan su dandismo, su cinismo, su amor a los gatos, su afición a naufragar malos libros en piscinas, su obsesión por las lolitas. Y nadie tiene el morro y la gracia borde para aseverar campanudo que Marilyn no es un mito erótico: "Marilyn es una hamburguesa". O sea.