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Liga Antisilicona

Cacuito fundará la Liga Antisilicona, impelido por la repulsión hacia esos pétreos implantes que algunas mujeres se inoculan en el pecho. Distribuirá propaganda y pronunciará mítines. Intentará convencerlas de que para un hombre la sensación de acariciar un pecho artificial es espeluznante.

Hará cositas arriesgadas. Se acostará con toda mujer que sospeche por su ingravidez haya traicionado a la naturaleza. Con chirusas esqueléticas y dos bombonas de butano cosidas generadoras de hernias discales.

Cuando a las notas les haga notar que ha notado cómo se les nota la irregularidad de sus notorios senos, con la más agresiva impudicia y sin solicitud, pormenorizarán las características de sus implantes de suero fisiológico, más convenientes que la silicona porque permiten amamantar y, en el caso de una perforación, el propio cuerpo absorbe el suero, mientras que la prótesis de silicona navegaría en el plexo solar como una medusa borracha; pretenderán convencerlo de que su pecho no es artificial, sino simplemente realzado; todas se refocilarán en los detalles más escabrosos de la operación, practicada con una incisión de medio centímetro debajo del pliegue submamario que no mutila cicatriz, que deben masajearse antes de la retirada de los puntos para evitar la aberración en la axila de una membrana de pie de pato.

Se exhibirán ufanas; incluso en los casos más desgraciados y tullidos, muy reacias al arrepentimiento. Cacuito concluirá que se esfuerzan en engañarse de que sólo ellas se aperciben de sus caprichos quirúrgicos. Entonces, pensará, para qué jugar a la ruleta rusa en un quirófano.