Príncipe y mendigo
Desfondado en su sillón de foame kinkinés, Cacuito releía Príncipe y mendigo, y se engolfaba con Mark Twain en las posibilidades de aplicar sus enseñanzas a la actualidad. En estas se encontraba cuando uno de sus dos hijos vuelve de Japón, bañado en oro. Es un zangolotino educado y luchador. Juega en la selección española de baloncesto, galardonada con el Premio Príncipe de Asturias. Este hijo, ajeno ahora a un pasado huérfano de afecto y de gloria pública, se sentirá príncipe durante unas semanas, epicentro de todos los parabienes, flanqueado de súbditos arribistas. Su hermano, futbolista, apeado como siempre en el último campeonato, víctima de las comparaciones justas, se arrastrará por las cloacas del desprecio. Hasta que un día, hastiados, ansiosos por recobrar su libertad, para regocijo del populacho, volverán a intercambiar los roles.