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El vergel de Platero

Como estas vacaciones, después de bañarse en las playas de Mazagón, Platero y Cacuito bajaron a la capital, tuvieron la oportunidad de, tranquilamente, carretera de la Punta del Sebo abajo, vislumbrar, en la mansa sombra de las palmeras, el nuevo vergel que disfrutan los cacuinos de la suerte. Es una sutil obra pequeña, coqueta, tan liviana por fuera que se diría cayó del cielo. "¿Es de acero?", preguntó Platero. "Zí, m'ijito, tié azero y plata de luna, al mijmo tiempo", contestó Cacuito. "Y unoj tonillos azules que zon el zielo marinero de Cacúa y loj colorej der Recre". Andando y andando, paladeando en la garganta la suavidad del ozono ("loj coshej, Platero, los coshej"), llegan a la ría, y sin echar la caña, les llueven treinta kilos de chocos tetrapléjicos. Platero se frota los ojos: "¿Son jibias, Cacuito?". "No, m'ijito, ej la potrilla nuejtra de cada día".