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Piolín se merienda a Silvestre

Silvestre nunca se caracterizó por estar en el momento oportuno con el hambre justa. Piolín, el sádico canario molondrón asexuado, jamás se dejó devorar por el felino gafe. Se lo montaba chachi para escurrirse. En las situaciones más extremas, la pura potra se conjuraba para librarlo de la carpanta gatuna.

Pero a Piolín no se le pudo ocurrir otra majarona idea que pillar un weekend plan para viajar a Alemania, a la Isla de Rügen. Antes de su llegada, Silvestre ya acechaba en la puerta del hotel con sus colmillos cariados. A los dos días, debilitado a causa de una gripe contraída en una orgía aviar, Piolín se dejó engullir como un pardillo. No pudo despedirse diciendo: "Me pareció ver un lindo gatito".

Silvestre palmó por culpa de la ingesta de carne cruda de pajarraco infectado. Piolín volvió a salirse con la suya. Su enfermedad se merendó al hambre.