Inocentes
El cuento de la biblia que leyó Cacuito reza que Herodes ordenó una matanza para acabar con todos los niños menores de dos años nacidos en Belén. Entre ellos debía estar el Mesías, jesusito de mi vida, tú eres niño como yo. Hoy, que, se diga lo que se diga, somos más civilizados, tamaño juego de niños (¿cogieron el juego de palabras?) se tornaría en proeza imposible. Porque los infantes coetáneos no es que sepan latín y se alimenten con leche de bote, es que manipulan en arameo y te lían un porro con una mano. Nacen y ya son niños viejos. A poco que los mires, sin pruebas, te denuncian por maltrato y te meten en el trullo con cargos sin fianza. Cada día es más arduo celebrar esta fiesta. No quedan inocentes ni hombres de buena voluntad. A quién colgar en la chepa muñequitos de papel si aprendimos que la inocencia es el arte menos rentable.