Firmas
Todo un arte, piensa Cacuito que debe de suponer para un escritor firmar un libro con una dedicatoria. En una Feria del Libro, pongamos por caso. Destinada a un ciudadano que aún no ha leído su obra y del que desconoce cualquier indicio biográfico que lo ayude a escapar de la socorrida: “Para Fulanito, con afecto...”. Intentarlo y parecer ingenioso sin naufragar en la pedantería. O perpetrarla, aún peor, a un bondadoso ciudadano que leyó el volumen y no se atreve, timorato, a invitarlo a dedicarse al encaje de bolillos o al punto de cruz si quiere continuar satisfaciendo sus ínfulas artísticas. Y todo porque le han contado que los escritores se alimentan de leche agria. Pero si los juntalíneas son entes cándidos, ingrávidos, exentos de ego. Su única lucha es conseguir la comunión con el lector y sus colegas de pánico ante el folio blanco.