Cine porno infantil
Como una excepción, se proyecta estos días en Cacúa un puñado de buenas películas. Dignas cualitativamente pero excesivas en su violencia. A Cacuito le han convencido de que tiene que verlas todas, pero no tiene a quién enmarronarle sus hijos de seis, ocho y diez años. Finalmente, Cacuito va al cine a ciegas, sin consultar previamente horarios ni valorar si las películas pueden ser adecuadas para sus hijos. Paga la entrada también para ellos. Entran en la sala, cargados de chucherías. Empieza la peli y los niños se pierden en las tramas, se aburren (“papi, ¿cuánto falta?”), se atiborran de sangre, de vísceras, de dolor. “No pasa nada”, piensa Cacuito. “Estos mocosos tienen que curtirse”. Pero sale la Scarlett Johansson, insinuando pecho y con esa boca. “Esto es pura pornografía. Me los va a pervertir”. Agarra a los niños del brazo y se va.