La pereza como acto revolucionario II
La fosa séptica ha sido liberada. Y con ella la trampa. Dios descansó al séptimo día, pero antes ideó el círculo y nos expulsó del Paraíso. No por nuestra sed de conocimientos, sino por demostrarle que su obra más perfecta también despuntaba como la más estúpida. Tras la séptima viene la octava y sólo el encefalograma plano se empeña en renombrarla como tónica. Hubo un tiempo en el que la altura del sonido importaba. La entonación en un registro determinado era capital. Los teóricos simplificaron los matices. Impusieron el círculo. Pero no el divino, el que, conformando una espiral, nos lleva a contemplar y descansar. Fue el humano el que discurre en sus tratados. Tras el domingo, vuelve el lunes. La tónica, las relaciones jerárquicas, el trabajo eterno... la maldición de la fosa séptica. Laborar no es un don divino, es el fruto de los excrementos donde la agricultura vio la luz en el mundo.