Interpretando a Pascal Quignard I
No cabe la menor duda, la música es una prostituta. Ahí radica la esencia de su inmenso poder. Desnuda, olvida su nombre para concebirse sonido. Solo juego. Vivir, morir jugando. Quintas, cuartas, cacofonías, todas a una, proyectando la muerte sin consciencia de daño. Discurriendo la vida sin más. Jugando a sacrificador y sacrificado. Sin pavor. Un segundo o cien años, qué más da, si ese espacio de tiempo es infinitamente intenso.
Nombrarla atrajo la infamia y demonizó la naturaleza. El puro acto de ofrecer mi vida para tomar la tuya quedó circunscrito al burdel. A todos los burdeles donde nos entregamos por dinero. Y no hay mejor madame para regentarlos que la música.
Nombrarla atrajo la infamia y demonizó la naturaleza. El puro acto de ofrecer mi vida para tomar la tuya quedó circunscrito al burdel. A todos los burdeles donde nos entregamos por dinero. Y no hay mejor madame para regentarlos que la música.