El mundo despinta
Bueno, se acaba la Campaña Electoral. Eso está bien, porque nos libraremos de este despropósito de propagada, promesas, altavoces y folletos. Antes de que acabe quería escribir algo (os prometo no daros un mitín, ni siquiera pedir el voto) sobre muchos comentarios que me han ido haciendo desde que se hizo pública mi adscripción a la lista electoral de IU para Huelva. Bueno, ha habido gente que me ha felicitado y me ha deseado suerte, claro. Pero también me han hecho preguntas y comentarios que reflejan la distancia (y a veces el desconocimiento) que hay con respecto a la política y sus políticos. Y quería comentarlos, sólo eso.
Estas son algunas de las generalizaciones que me han soltado en estos días de presencia política:
«La política es una mierda», eso me lo han dicho muchos, cansados, asqueados de lo que ven y escuchan. Me lo han dicho a veces con ironía, otras con sorpresa, como si el solo hecho de pisar la arena política (si es que a estar en una lista puede llamársele eso) lo manchara a uno de arriba a abajo. No se. Es posible que la política sea una mierda, pero sospecho que ni más ni menos que otros espacios: la economía, las empresas, la educación, las asociaciones de vecinos, las organizaciones sociales. El mundo mancha, ya lo dijo Mafalda (despinta, dijo más exactamente), y meterse en él pues tiene eso. Imagino que hay espacios como más «dignos», menos agresivos y grises. Pues seguramente. Pero ninguno garantiza quedar inmaculados. En cualquier caso no es la política lo que resulta más o menos sucio, sino la manera de ejercerla, el modelo político, la ética, el funcionamiento de los partidos, todo eso. Porque política se hace desde más sitios. Incluso cuando pretendemos no-hacer política. A mí no me importa mancharme con las contradicciones de la política. Sí me importaría quedar reducido a esas contradicciones.
«Todos entran en política para lo mismo», esa generalización resulta injusta. Y desacertada. Es cierto que hay mucho mangante, en todos los partidos. Pero es que en todas partes cuecen habas. Es cierto que hoy los políticos han resultado algo «salpicados» por la corrupción rampante. Pero me da la impresión (quiero creerlo) de que no todos entran a medrar, de que muchos mantienen una actitud de servicio público, y salen con un patrimonio similar al que tenían cuando entraron. Conozco, como vosotros, a algunos que así lo han hecho: entraron como salieron, con dignidad, y sin haber hecho de la política un negocio, sin haber tocado ni un sólo céntimo de las arcas públicas, ni una sola comisión, ni un solo chanchullo.
«Todos los partidos son iguales», claramente no. Quizás tengan algunos comportamientos y vicios similares. Pero todos los partidos no son iguales, ni de lejos. Su carga política, su práctica en los espacios que gobiernan, las prioridades que establecen... son distintas. Si todos los partidos fueran iguales estaríamos cercanos a un totalitarismo. Y no es así: hay tremendos desajustes por corregir, pero hay evidentes distancias ideológicas, hay formas y formas, hay alternancia, hay corrientes internas más o menos escoradas. Hay juego y margen. Insisto en que es posible que tengan comportamientos y prácticas similares, pero eso no los hace iguales.
«Todos los políticos son iguales», pues tampoco. Porque además cuando se dice esto, en realidad se quiere decir que todos los políticos son unos sinvergüenzas. Y no es así, entre otras cosas porque si así fuera se derrumbaría todo de la noche a la mañana. La política, como la economía, la educación, la empresa... está habitada por personas de bien, y por algún que otro sinvergüenza. Lastima que a veces mientras más sinvergüenza, más trepan, y más salen en los papeles. Pero piensen un poco, y encontraran gente honesta haciendo su trabajo lo mejor posible, tratando de no entrar en el lodo, esquivando las malas artes. En todos los partidos, por supuesto.
«Las cosas hay que cambiarlas desde fuera de la política». Evidentemente. Cada vez resulta más obvio que las formas políticas que tenemos no están capacitadas, hoy y ahora, para ser ejes de trasformación. Hay otras fuerzas, otros poderes, que han de tomar protagonismo e impulso en esa tarea de cambio social. Ineludiblemente. Pero no sólo. A no ser que renunciemos a las instituciones y a las formas de gobierno que tenemos. La democracia tiene que dar importantes y profundos pasos adelante (incluso alguno que otro hacia atrás), y ha de hacerlo con la participación de otros poderes, existentes o por crear. Pero me resulta complicado imaginar todas esa urgencia de cambio sin la complicidad de lo político, sin las instituciones. Además: ¿qué significa «fuera» de la política?. Porque resulta que las organizaciones sociales, las plataformas medioambientales, etc, tienen un claro componente político, y muchas veces su trabajo está claramente orientado a influir en los órganos de gobierno.
«Los políticos sólo quieren el poder». Pues claro, eso es la lógica de la política de partidos: conquistar el poder para poner en marcha sus políticas. Esto no es malo en sí mismo. A no ser que se tuerza esa intención y dobleguemos las intenciones para ponerlas al servicio de otros intereses. Entonces a denunciarlo. Pero pretender que un partido no aspire al poder, que no ponga sus esfuerzos en la consecución de escaños, concejalías, municipios... pues es pedirle que se disuelva. Otra cosa sería lo que entendamos por poder: se puede (y hay ejemplos) de una gestión honesta del poder, que se pone al servicio de los intereses colectivos, que trabaja desde el consenso y la participación.
«El poder lo corrompe todo». Depende de lo anterior, pero indiscutiblemente el poder asumido por pocas manos durante mucho tiempo termina desgastando a las personas y a las institucions: por eso es buena la alternancia y los límites de permanencia en los cargos políticos: sea la comunidad de vecinos, una concejalía, el parlamento europeo o la presidencia de la ONU.
«Te vas a decepcionar». No creo. Quizás puedan decepcionarme los resultados, que tampoco, porque más o menos sabemos cuál es el margen. Pero no me va a decepcionar la política por verla más de cerca: es sólo una muestra de las miserias y las virtudes de esta sociedad, reflejo en gran medida de los ciudadanos de a pie. Decepciona, quizás, la falta de interés de mucha gente por lo colectivo, por la búsqueda de un bien común, por participar, como y desde donde sea, en la mejora de nuestra ciudad o nuestro barrio, del mundo mundial. Pero a ese tipo de decepción ya estamos acostumbrados.
Pues ya no me enrollo más. Si acepté la propuesta de apoyar la candidatura de IU en Huelva fue por varias razones: el programa es convincente y coincide con mucho de lo que llevamos defendiendo desde otros ámbitos; la gente de la candidatura me parecen personas honradas, ilusionadas y coherentes; y sobre todo, porque creo que hemos de ir habitando los espacios políticos con nuestras demandas y convicciones. Que eso mancha, vale.
Pues eso: dije que no pediría el voto y no lo hago. Pero participar, como sea, votando o no votando; apoyando a uno u otro partido; criticando lo que no gusta, exigiendo transparencia y honestidad a las fuerzas políticas. Pero nunca dejando hacer, porque sin el ciudadano la democracia no es nada. Un saludo.
Estas son algunas de las generalizaciones que me han soltado en estos días de presencia política:
«La política es una mierda», eso me lo han dicho muchos, cansados, asqueados de lo que ven y escuchan. Me lo han dicho a veces con ironía, otras con sorpresa, como si el solo hecho de pisar la arena política (si es que a estar en una lista puede llamársele eso) lo manchara a uno de arriba a abajo. No se. Es posible que la política sea una mierda, pero sospecho que ni más ni menos que otros espacios: la economía, las empresas, la educación, las asociaciones de vecinos, las organizaciones sociales. El mundo mancha, ya lo dijo Mafalda (despinta, dijo más exactamente), y meterse en él pues tiene eso. Imagino que hay espacios como más «dignos», menos agresivos y grises. Pues seguramente. Pero ninguno garantiza quedar inmaculados. En cualquier caso no es la política lo que resulta más o menos sucio, sino la manera de ejercerla, el modelo político, la ética, el funcionamiento de los partidos, todo eso. Porque política se hace desde más sitios. Incluso cuando pretendemos no-hacer política. A mí no me importa mancharme con las contradicciones de la política. Sí me importaría quedar reducido a esas contradicciones.
«Todos entran en política para lo mismo», esa generalización resulta injusta. Y desacertada. Es cierto que hay mucho mangante, en todos los partidos. Pero es que en todas partes cuecen habas. Es cierto que hoy los políticos han resultado algo «salpicados» por la corrupción rampante. Pero me da la impresión (quiero creerlo) de que no todos entran a medrar, de que muchos mantienen una actitud de servicio público, y salen con un patrimonio similar al que tenían cuando entraron. Conozco, como vosotros, a algunos que así lo han hecho: entraron como salieron, con dignidad, y sin haber hecho de la política un negocio, sin haber tocado ni un sólo céntimo de las arcas públicas, ni una sola comisión, ni un solo chanchullo.
«Todos los partidos son iguales», claramente no. Quizás tengan algunos comportamientos y vicios similares. Pero todos los partidos no son iguales, ni de lejos. Su carga política, su práctica en los espacios que gobiernan, las prioridades que establecen... son distintas. Si todos los partidos fueran iguales estaríamos cercanos a un totalitarismo. Y no es así: hay tremendos desajustes por corregir, pero hay evidentes distancias ideológicas, hay formas y formas, hay alternancia, hay corrientes internas más o menos escoradas. Hay juego y margen. Insisto en que es posible que tengan comportamientos y prácticas similares, pero eso no los hace iguales.
«Todos los políticos son iguales», pues tampoco. Porque además cuando se dice esto, en realidad se quiere decir que todos los políticos son unos sinvergüenzas. Y no es así, entre otras cosas porque si así fuera se derrumbaría todo de la noche a la mañana. La política, como la economía, la educación, la empresa... está habitada por personas de bien, y por algún que otro sinvergüenza. Lastima que a veces mientras más sinvergüenza, más trepan, y más salen en los papeles. Pero piensen un poco, y encontraran gente honesta haciendo su trabajo lo mejor posible, tratando de no entrar en el lodo, esquivando las malas artes. En todos los partidos, por supuesto.
«Las cosas hay que cambiarlas desde fuera de la política». Evidentemente. Cada vez resulta más obvio que las formas políticas que tenemos no están capacitadas, hoy y ahora, para ser ejes de trasformación. Hay otras fuerzas, otros poderes, que han de tomar protagonismo e impulso en esa tarea de cambio social. Ineludiblemente. Pero no sólo. A no ser que renunciemos a las instituciones y a las formas de gobierno que tenemos. La democracia tiene que dar importantes y profundos pasos adelante (incluso alguno que otro hacia atrás), y ha de hacerlo con la participación de otros poderes, existentes o por crear. Pero me resulta complicado imaginar todas esa urgencia de cambio sin la complicidad de lo político, sin las instituciones. Además: ¿qué significa «fuera» de la política?. Porque resulta que las organizaciones sociales, las plataformas medioambientales, etc, tienen un claro componente político, y muchas veces su trabajo está claramente orientado a influir en los órganos de gobierno.
«Los políticos sólo quieren el poder». Pues claro, eso es la lógica de la política de partidos: conquistar el poder para poner en marcha sus políticas. Esto no es malo en sí mismo. A no ser que se tuerza esa intención y dobleguemos las intenciones para ponerlas al servicio de otros intereses. Entonces a denunciarlo. Pero pretender que un partido no aspire al poder, que no ponga sus esfuerzos en la consecución de escaños, concejalías, municipios... pues es pedirle que se disuelva. Otra cosa sería lo que entendamos por poder: se puede (y hay ejemplos) de una gestión honesta del poder, que se pone al servicio de los intereses colectivos, que trabaja desde el consenso y la participación.
«El poder lo corrompe todo». Depende de lo anterior, pero indiscutiblemente el poder asumido por pocas manos durante mucho tiempo termina desgastando a las personas y a las institucions: por eso es buena la alternancia y los límites de permanencia en los cargos políticos: sea la comunidad de vecinos, una concejalía, el parlamento europeo o la presidencia de la ONU.
«Te vas a decepcionar». No creo. Quizás puedan decepcionarme los resultados, que tampoco, porque más o menos sabemos cuál es el margen. Pero no me va a decepcionar la política por verla más de cerca: es sólo una muestra de las miserias y las virtudes de esta sociedad, reflejo en gran medida de los ciudadanos de a pie. Decepciona, quizás, la falta de interés de mucha gente por lo colectivo, por la búsqueda de un bien común, por participar, como y desde donde sea, en la mejora de nuestra ciudad o nuestro barrio, del mundo mundial. Pero a ese tipo de decepción ya estamos acostumbrados.
Pues ya no me enrollo más. Si acepté la propuesta de apoyar la candidatura de IU en Huelva fue por varias razones: el programa es convincente y coincide con mucho de lo que llevamos defendiendo desde otros ámbitos; la gente de la candidatura me parecen personas honradas, ilusionadas y coherentes; y sobre todo, porque creo que hemos de ir habitando los espacios políticos con nuestras demandas y convicciones. Que eso mancha, vale.
Pues eso: dije que no pediría el voto y no lo hago. Pero participar, como sea, votando o no votando; apoyando a uno u otro partido; criticando lo que no gusta, exigiendo transparencia y honestidad a las fuerzas políticas. Pero nunca dejando hacer, porque sin el ciudadano la democracia no es nada. Un saludo.
Pues nada camarada, suerte en tu aventura política, si no llegas a cumplir tus objetivos que no sea por no haberlo intentado.
Salud.