CicloLitoral 2009: Etapa 16 (de Tapia de Casariego a playa Marosa)

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Tras el obligado y copioso desayuno en el camping (pocas veces tenemos tanta comida a nuestra disposición en el lugar de acampada), rodamos placenteramente hacia la frontera con Galicia. El día era hermoso y el viento soplaba a nuestro favor, lo cual nos permitió disfrutar desahogadamente de la belleza del paisaje. Caminos, colinas, playas y acantilados se sucedieron con desenfadada parsimonia. Todo era apacible y bello.
En la playa de Serantes (Tapia de Casariego), conocimos a dos chavalas catalanas que habían pasado allí la noche, tras varias semanas recorriendo el litoral en su curtida furgoneta. Y en el extremo septentrional de la orilla oriental del Río de Ribambo, una vez pasada la playa de Peñarronda y antes de llegar a la de Arnao, la magia del mar rompiendo contra las rocas nos hechizó durante un largo rato.
Poco después, atravesamos el citado río por la estrecha pasarela reservada a los peregrinos, mientras nos cruzábamos con enormes camiones, cuyo rebufo nos hacía agradecer la protección metálica que teníamos a ambos lados. En la otra orilla nos esperaba Galicia, la cuarta y última Comunidad Autónoma de esta ruta.
Tras perdernos un par de veces, logramos llegar al Puerto de Rinlo, en el que repusimos fuerzas con un sabroso tentempié marinero. Y, a partir de ahí, empezamos a disfrutar de la segunda parte de la jornada. Decenas de kilómetros jalonados por hermosas playas acantiladas, compitiendo entre sí por ser la más hermosa: la archiconocida playa de Las Catedrales, la de San Pedro o Coto, la de Anguieira y otras muchas cuyos nombres quedaron en el camino.
Una vez bordeada la Ría de Foz, llegamos a la localidad que le da nombre y, más tarde, al pequeño pero significativo Castro de Fazouro, el cual nos mostró cómo vivían los pobladores de esta parte del mundo hace unos 2000 años.
Finalmente, tras comprar algo de condumio por el camino, llegamos hasta la también pequeña pero enormemente coqueta y bonita playa de Marosa, en la cual, como ya se ha indicado al principio de esta crónica, disfrutamos de un merecido descanso, regado generosamente con buen ribeiro y completado con un sabroso queso manchego. De fondo, el fragor de las olas rompiendo salvajemente en la playa y contra los acantilados.
Inolvidable etapa.
\ ;-)
Besos y abrazos,
Manuel