Se ve tranquilo el mar
allá a lo lejos,
casi al borde del horizonte,
mientras se desmoronan en la orilla las piezas
de este castillo de ensoñaciones.
Está tranquilo el mar,
ondulado en su reflejo,
ensombrecido por las nubes del olvido.
Se ve tranquilo, el mar,
despojado de tantos sueños
embarcados a la deriva,
de tantas sombras sin rostro,
devorando vidas y muertes deseadas.
El mar está tranquilo,
desde mi ventana,
azotando mis huellas,
resecándose en esta isla,
en este borde del mundo,
invisible, mísero,
en el mismo fin del mar.
Como este mundo, lejano,
ajeno, tan intangible...
Devorado por el dolor, por el miedo,
Por el espejo de esas miradas que se pierden,
por el grito del moribundo, por el polvo
de las ruinas...
Está tranquilo el mar, ese desierto infinito
que se desgrana con los aullidos del viento,
que se ahoga en el dolor de sus heridas.
Y grita, en cada romper de sus olas,
en cada mensaje que arriba al puerto soñado,
en cada mensaje repleto de esperanzas.
Y llora, arrodillado,
depositando coronas de espinas,
ramos de flores descoloridas
de tantos muertos, de tanto superviviente
que resucita de entre los escombros,
de entre los despojos del tiempo.
Y llora este mundo, el hombre,
como marioneta sin hilos,
como soldado sin batalla,
como el niño sin juguete que dibuja
en la arena las murallas de su castillo.
Sentidos versos, Benito.
SALUDOS