Y el verbo se hizo estruendo
"Y voz de arpistas, de músicos, de flautistas y de trompeteros no se oirá más en ti; y ningún artífice de oficio alguno se hallará más en ti, ni ruido de molino se oirá más en ti."
Apocalipsis 18:22.
AÚN HOY, la ya avanzada civilización que se alzó desde las exiguas ruinas dejadas tras su total extinción por el género humano, no ha sido capaz de encontrar explicación alguna al hecho que desencadenó el Apocalipsis. No obstante, se sabe que, aun no pudiéndose determinar con exactitud la fecha, en torno a los principios de la segunda mitad del siglo XXI, cada verbo, súbitamente, comenzó a conjugarse de forma diferente al resto, así como de un modo distinto e irrepetible en cada ocasión que de un modo u otro era o, lo cual fue mucho más grave, había sido usado. Se hicieron ininteligibles desde "El Quijote" hasta el "Genji Monogatari" pasando por "La insoportable levedad del ser" y los versos de Cernuda, Pizarnik e Idea Vilariño; presente, futuro y pretérito, confundidos en la esfera oxidada de los relojes, tras una devastadora reacción que acabó en un instante con el vuelo de las mariposas y el vaivén de las olas, implosionaron borrando del firmamento cualquier vestigio de la existencia anterior de estrellas y cometas -todo era negrura-, y resumiéndolo todo en un minúsculo punto muerto sin ida ni vuelta, sin efugio, sin posibilidad alguna de retorno. En sólo unos instantes el caos se había extendido hasta los lugares más recónditos del planeta e, inmediatamente después, se hizo para siempre el silencio. No hubo resistencia alguna y esa misma noche sobrevenida pereció el último de los supervivientes con un grito de espanto atorado en la garganta. Por fortuna, nosotros nos alzamos desde el fondo de las cloacas para dar testimonio de parte del legado del Hombre. Y lo hicimos tomando buena cuenta de lo sucedido para así evitar cualquier posibilidad de repetición de idénticos errores: en nuestro mundo no existe la música, está prohibido el canto, el poema, la palabra, el recuerdo, la caricia, el horizonte. Y yo soy, amordazado, el último de los rebeldes, ya camino del cadalso. Bienaventurados los que cantan porque ellos poseerán la tierra.
Apocalíptico te intuyo, don Rafael, y a la vez lírico, como siempre.
UN ABRAZO