Tristezas de España
Gobernar, al igual que ocurre con la acción legislativa -piedra angular sobre la que ha de apoyarse en gran medida toda acción de gobierno-, es, en esencia, algo injusto. Y es que en la toma de decisiones políticas, muy raras son las ocasiones en las no haya algún perjudicado. Pero esas decisiones pueden ser tomadas para, perjudicando a los menos, favorecer a los más; o viceversa. En el primer caso estaríamos ante un modo de gobierno democrático, tendente al igualitarismo y al empoderamiento del pueblo; y en el segundo ante un gobierno totalitario, que puede ser bien de carácter político -se gobierna por y para favorecer a las elites políticas-, bien de carácter económico -la acción de gobierno se dirige a favorecer a las elites financieras.
Por otra parte, en los sistemas democráticos se suele hacer recaer los perjuicios inevitables y necesarios de las acciones de gobierno sobre los más fuertes, restándoles poder, con lo que el menoscabo ocasionado resulta tolerable a aquellos que los experimentan. En los sistemas totalitarios, por el contrario, los perjuicios recaen siempre sobre los más débiles que, al ver mermadas sus ya escasas fuerzas, acaban por verse abocados a la marginalidad, la miseria, la desesperanza y, en no pocos casos, el suicidio.
En una democracia, una verdadera democracia, de las "injusticias" de los poderes ejecutivo y legislativo, crecen pueblos cultos, participativos, luminosos y felices. Los totalitarismos, en cambio, son el caldo de cultivo ideal para el erial de la ignorancia y la tristeza.
Y, en relación con todo este preámbulo, ¿qué esta ocurriendo, cómo se están desarrollando las acciones legislativas y de gobierno en la España de los últimos tiempos? ¿Se está legislando y gobernando para la felicidad? ¿O hacia la consolidación -si es que ya no estamos sumidos hasta el cuello en él- de un sistema opresivamente totalitario? Tristezas de España.