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Siesta

dupre


Son las tres de la tarde


y, con cuarenta grados


a la sombra, no hay nada,


salvo el zumbido ronco


que emiten al unísono


miríadas de chicharras,


que venga a desvelar


la quietud y el sosiego


que, a esta hora, aletargan


la vida de estas tierras.


Al pie de un alcornoque


una mujer curtida


por el sol y los años


se está echando la siesta.


(Pero que nadie piense


que con este poema


pretendo dibujar


un cuadro costumbrista.)


Se levantó temprano,


aún no había amanecido,


y, a cambio de un jornal


miserable, ha aguantado


trabajando a destajo


bajo el calor verdugo


de este sol de justicia


hasta hace unos instantes.


Podría ser andaluza,


pero su nombre es Nadja


y viene de Polonia.


¡Silencio, que descansa!


Y, ante todo, respeto.


Sí, te lo digo a ti,


señorito de vida


confortable y ociosa,


que te levantas tarde


para ir al club de golf


o nadar unos largos


en tu pulcra piscina,


mientras que, sudorosa,


Nadjia, con su trabajo,


paga tu insolidario


modo de vida. A ti,


también a ti, urbanita,


que no soportarías


sin orinarte encima


por más de diez minutos


el trabajo de Nadia.


Y a todos, os lo digo


a todos los que, necios


e injustos, criticáis


severos o jocosos


que Nadjia eche la siesta.


¡Shhhhhhhhhhhst!


¡Callad, callad, bocazas!


¡Callad!, que Najia sueña


con la luz de Varsovia.



Ilustración: Julien Dupré