Rivera el desnortado y Rajoy el caminante
Después de cuántos noes de campaña y precampaña y hasta el infinito y más allá, ahora viene Rivera a decirnos, una vez más, aunque con la boca chica, que no, que, en la primera, no, pero que a la segunda, por el bien de Ibexistán y sus perfumandos proxenetas patrios, acabará inhibiéndose. Y uno, ante algo así, no puede más que declararse ojiplático y paticolgante militante. ¿No, pero luego, ¡ah!, me abstengo? ¿Anunciado así, de antemano? ¿Sin esperar a que de por medio se produzca alguna modificación sustancial o aun baladí en lo político que mínimamente lo justifique? Ojiplático. Perplejo. Paticolgante. Estupefacto. Porque, claro, si entre primera y segunda, Rajoy el caminante, ese leviatán antimachadiano que, como caballo de Atila, devasta los caminos al andar, se comprometiese con Rivera, siempre que acudiese a someterse a una sesión de control del Congreso, a hacerlo, por ejemplo, ataviado de lagarterana y andando rápido (léase "rápido" muy rápido), habría motivos. Pero, en lo relativo a posicionamientos sin motivo alguno que los avalen, mejor abstenerse de dar bandazos como canto rodado sin meninges, y pronunciarse de manera definitiva a la primera.