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Picnic

Bajo la sombra del árbol leve de mi desierto de arena blanca, se encontraron nuestros ojos. Los suyos, impasible cielo, los míos, sedientos de plata. Burlona y cruel, para no romper el hielo, me mantuvo la mirada, mientras con sensualidad fingida se humedecía los labios ¡Qué color de fresa amarga!

- ¿Un poco de salazón y algo fresco? – dijo, simulando entonación cubana.

- Prefiero algo húmedo, vivo –admití, con un hilo de voz hastiada que iba buscando, sin suerte, ahuyentar desesperanzas.

Mordaz, estalló en carcajadas, clavándome como esquirlas la acidez de su metralla. Después se dio media vuelta sin mediar una palabra, colmando la arena fría del presagio de mis lágrimas.

Tras una fugaz quietud, en mí falsa ilusión vana, hizo bambolear sus caderas de negra en una piel clara, y, sin permitir siquiera una postrera mirada, se fue buscando un oasis entre la arena sin alma.

Luego, en el cuarto menguante de mi luna tan menguada, una luz de estrellas yertas se elevó como amenaza, mientras caía la noche de mi desamor sin magia.

Me desangro, desde entonces, en el fondo de estas sombras que ya no verán el alba, ávido de la tormenta que arrase este dolor con saña. Tormenta de piedad seca cegando mis lluvialágrimas. Arena guadaña roja tintando la arena blanca.

Y hasta así… aún me pregunto: ¿llegaría a su destino? ¿a un verde oasis de calma?

Ya la tempestad arrecia y la Luna es eclipsada por un gran muro de arena que como un volcán avanza.

Fin. Al fin. Fin. F…
archivado en:
anonimoo
anonimoo dice:
04/06/2006 15:14

lEO Y VUEVO

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