Ocaso y derribo
Abatidos los puentes, la avalancha es total.
Un río negro de polvo radiactivo
rompe el cristal celeste, y sus esquirlas
decapitan al tiempo.
La singladura se mudó en distancia:
una metamorfosis aberrante
pariendo en la penumbra un mar de piedras.
Cuando ya la respuesta está pactada
de nada vale el pájaro en su canto,
más fuerte es el rastrero y mudo invierno.
Mas qué hacer si un alud de palabras enfermas
se empecina en buscarse entre las lilas
con la sed de un desierto,
si no es posible contener el grito
que, herido y con la lengua degollada,
suplica agonizante en un gemido
un eco que clemente lo balsame.
Las llagas de Babel nunca se cierran,
se nutren de olas férreas y hongos rojos
con su agua negra el vidrio calcinando.
(Detrás del parabrisas
un imán de impiedad
--------------------------------- mi sed repele).