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Ocaso

Gaviotas lejanísimas sobrevuelan
El lánguido perfil de un horizonte
Que emerge de una mar de azogue y sangre.
¡Hay sirenas, sí!, sirenas aladas como ángeles
Y olas que agonizan errabundas
Ebrias de amargo desconsuelo
Que se deviene en confusa resaca
Y en un luto de espuma y caracolas
Tras su encuentro fugaz con las arenas.
Un arquero con disfraz de nube grana
Dispara saetas de fuego mortecino
Contra el pérfido manto de tinieblas
Que avanzando inexorable desde el orto
Encarcela a la luz entre sus fauces.
Lentamente, como de soslayo,
Mientras que la Luna se aletarga
Cobijándose en su cara enmascarada,
Refulgen las estrellas a millares
Con miradas celestes que titilan
Salpicando el firmamento de deseos
Distantes y ajenos como dioses.
¡Misericordia misericordia!
Late un corazón sin sol a oleadas
Mientras se quiebra en pálpitos la mar
De cristales salados y algas muertas.
Y se nos muere el azul ¡Ave Fénix!
Entre las manos asombradas y amarillas
De un crepúsculo con regusto a mármol
Y a campanas que cesan su tañido
Cuando ya se han cumplido las horas.
¡Salta un pez saltan dos saltan diez!
Enredados de falaz aurora.