No llegó la Navidad
No llegó la Navidad a la casa del pobre.
No hubo turrón de almendras por nochebuena
Ni se cantaron villancicos a la mesa.
No volvieron los hijos de su destierro
De miseria. Eso sí, hubo frío,
Mucho frío, aun en la nevada ausente,
Y una dolencia crónica de carencia.
Nunca se vislumbrara una estrella, desde la casa del pobre,
Que guiase los caminos de la magia y la esperanza
-Es un mármol muy pesado la desgracia-,
Ni luces parpadeando tras la puerta.
No, un año más, no volvió el hijo, los hijos,
Tal vez por siempre perdidos en la muerte o la distancia
-Fueron tantos los años sin recibir una carta-
No, no llegó la Navidad a la casa del pobre
Pero en la noche, también, en esta noche,
Encontró su cobijo el amor bajo las sábanas,
Frías, arrinconando en su ardor a las lágrimas,
Y brotaron desde un pozo profundo de desdichas
Mil caricias tan puras como perlas
Engarzadas a los besos y al abrazo.
Por altares de opulencia mientras tanto
Iba un moribundo amor
Deambulando, sin saber ni querer entregarse,
Marchito, por no mirar, un momento,
A la casa del pobre desdichada
Y a sus sábanas muriendo heladas
Bajo un fuego de amor sitiado de miseria.
Fechas de amor y paz falsos
Entregadas a un dispendio miserable,
A belenes opulentos que superan al vecino
Y a mesas pobladas de manjares sin sabor
Para nada. Mientras, el amor, el verdadero
Amor, sólo en la casa del pobre,
Compartiendo, resistiendo a consumirse de miseria.
No hubo turrón de almendras por nochebuena
Ni se cantaron villancicos a la mesa.
No volvieron los hijos de su destierro
De miseria. Eso sí, hubo frío,
Mucho frío, aun en la nevada ausente,
Y una dolencia crónica de carencia.
Nunca se vislumbrara una estrella, desde la casa del pobre,
Que guiase los caminos de la magia y la esperanza
-Es un mármol muy pesado la desgracia-,
Ni luces parpadeando tras la puerta.
No, un año más, no volvió el hijo, los hijos,
Tal vez por siempre perdidos en la muerte o la distancia
-Fueron tantos los años sin recibir una carta-
No, no llegó la Navidad a la casa del pobre
Pero en la noche, también, en esta noche,
Encontró su cobijo el amor bajo las sábanas,
Frías, arrinconando en su ardor a las lágrimas,
Y brotaron desde un pozo profundo de desdichas
Mil caricias tan puras como perlas
Engarzadas a los besos y al abrazo.
Por altares de opulencia mientras tanto
Iba un moribundo amor
Deambulando, sin saber ni querer entregarse,
Marchito, por no mirar, un momento,
A la casa del pobre desdichada
Y a sus sábanas muriendo heladas
Bajo un fuego de amor sitiado de miseria.
Fechas de amor y paz falsos
Entregadas a un dispendio miserable,
A belenes opulentos que superan al vecino
Y a mesas pobladas de manjares sin sabor
Para nada. Mientras, el amor, el verdadero
Amor, sólo en la casa del pobre,
Compartiendo, resistiendo a consumirse de miseria.
Este relato poético recuerda -y no me malinterpretes- al Cuento de Navidad de mi tocallo Dickens. Ha pasado más de un siglo, y los pobre siguen teniendo otra Navidad.