No me llaméis poeta (poética conturbada II)
No me llaméis poeta.
Escribo
como terapia.
Es preferible, siempre,
-y sé
que tal quimera no existe-
anegarse de palabras
llenas de hiel y de sangre
que un atracón de valium
o de fútil valeriana.
O que gris lobotomía
practicada con la esquirla de un deseo sin mañana.
O, al menos, eso pienso
o eso creo
tal vez
¡quién sabe!
¡No! No me llaméis poeta.
Cuando escribo
por ejemplo, mercurio
no sé muy bien lo que digo.
Sólo sé
que el mercurio duele
y arranca un rictus de espuma
que arrebata las entrañas
mientras las lágrimas ríen
desangradas en la noria
de una pena a carcajadas.
Y se me nublan
los ojos
de una mirada sin alma.
¡El alma!
esa improbable entelequia
¡siempre sin darnos la cara!
Cuando brota un agujero
negro
desde el teclado fantasma
-virtualidad descarnada-
o un quasar,
que así queda
como más científico,
o erudito
o quizás pedante,
-sírvase a su gusto-
no se muy bien lo que siento.
Sólo sé
que esa densidad
me arrastra
aplastándome confuso
en la gravedad
volátil
de una ceguera asombrada.
Si sé,
en cambio,
lo que significa estrella
o azul
o aromamar
-qué manía tan extraña
ésta de inventar palabras-
pero lo callo por miedo
o vergí¼enza
o puede
que por no quemar el sueño
que me enajena en el alba.
¡No!
No me llaméis poeta.
¡Llamadme sobreviviente!
Sólo eso,
¡Sí! Sólo sobreviviente.
A duras penas.
Por imperativo
tal vez moral.
A regañadientes.
¡No!
No me llaméis poeta.
En cualquier caso, Poesía
¡Te doy las gracias!
Escribo
como terapia.
Es preferible, siempre,
-y sé
que tal quimera no existe-
anegarse de palabras
llenas de hiel y de sangre
que un atracón de valium
o de fútil valeriana.
O que gris lobotomía
practicada con la esquirla de un deseo sin mañana.
O, al menos, eso pienso
o eso creo
tal vez
¡quién sabe!
¡No! No me llaméis poeta.
Cuando escribo
por ejemplo, mercurio
no sé muy bien lo que digo.
Sólo sé
que el mercurio duele
y arranca un rictus de espuma
que arrebata las entrañas
mientras las lágrimas ríen
desangradas en la noria
de una pena a carcajadas.
Y se me nublan
los ojos
de una mirada sin alma.
¡El alma!
esa improbable entelequia
¡siempre sin darnos la cara!
Cuando brota un agujero
negro
desde el teclado fantasma
-virtualidad descarnada-
o un quasar,
que así queda
como más científico,
o erudito
o quizás pedante,
-sírvase a su gusto-
no se muy bien lo que siento.
Sólo sé
que esa densidad
me arrastra
aplastándome confuso
en la gravedad
volátil
de una ceguera asombrada.
Si sé,
en cambio,
lo que significa estrella
o azul
o aromamar
-qué manía tan extraña
ésta de inventar palabras-
pero lo callo por miedo
o vergí¼enza
o puede
que por no quemar el sueño
que me enajena en el alba.
¡No!
No me llaméis poeta.
¡Llamadme sobreviviente!
Sólo eso,
¡Sí! Sólo sobreviviente.
A duras penas.
Por imperativo
tal vez moral.
A regañadientes.
¡No!
No me llaméis poeta.
En cualquier caso, Poesía
¡Te doy las gracias!
ADONDEQUIERAS
QUE VAYAS
UN POETA ENCONTRARAS
APARTE DE LO QUE
HE DICHO
TU ESCRIBES MO DEJES
APOLO IN BELLO
DIOS
Y TU UN BELLO ESCRITOR
UN ABRAZO
ANONIMOO