Las lágrimas de Boabdil
“Bien es que como mujer - llore con grande agonía
el que como caballero – su estado no defendía”
Romance del Rey Chico que perdió Granada (popular)
Más de cinco siglos después de que rindiera Granada, el alma en pena de Boabdil “el Chico” continúa vagando por los alrededores de la ciudad del Darro, adonde regresó desde Fez tras su muerte en 1527.
Se cuenta que cada vez que nieva sobre la Alhambra y el Generalife son sus lágrimas que, heladas por la tristeza, llegan desde el Suspiro del Moro, y que el nazarí no descansará en paz hasta ver a sus descendientes recuperar las tierras que lo vieran nacer. Pero la verdadera razón del regreso de Boabdil es otra. Lo cierto es que su espectro no podrá abandonar el Suspiro del Moro hasta ver rectificada la cruel afrenta que allí le perpetrara su madre, la sultana Aixa.
Así, el llanto helado de Boabdil, y no la nieve, continuará tiñendo Granada de blanco cada invierno, hasta el mismo día en que la tradición popular condene, en lugar de celebrar las palabras de la sultana, y se admita que, al igual que el valor y la fortaleza son virtudes que no son ajenas a las mujeres, también un hombre, ante una pérdida, tiene el derecho a la debilidad y a dejar aflorar sus lágrimas sin tener por qué sentirse avergonzado. Llora, llora, Boabdil, la condena que has sufrido durante siglos, tan sólo por expresar tus sentimientos.
el que como caballero – su estado no defendía”
Romance del Rey Chico que perdió Granada (popular)
Más de cinco siglos después de que rindiera Granada, el alma en pena de Boabdil “el Chico” continúa vagando por los alrededores de la ciudad del Darro, adonde regresó desde Fez tras su muerte en 1527.
Se cuenta que cada vez que nieva sobre la Alhambra y el Generalife son sus lágrimas que, heladas por la tristeza, llegan desde el Suspiro del Moro, y que el nazarí no descansará en paz hasta ver a sus descendientes recuperar las tierras que lo vieran nacer. Pero la verdadera razón del regreso de Boabdil es otra. Lo cierto es que su espectro no podrá abandonar el Suspiro del Moro hasta ver rectificada la cruel afrenta que allí le perpetrara su madre, la sultana Aixa.
Así, el llanto helado de Boabdil, y no la nieve, continuará tiñendo Granada de blanco cada invierno, hasta el mismo día en que la tradición popular condene, en lugar de celebrar las palabras de la sultana, y se admita que, al igual que el valor y la fortaleza son virtudes que no son ajenas a las mujeres, también un hombre, ante una pérdida, tiene el derecho a la debilidad y a dejar aflorar sus lágrimas sin tener por qué sentirse avergonzado. Llora, llora, Boabdil, la condena que has sufrido durante siglos, tan sólo por expresar tus sentimientos.