Usted está aquí: Inicio / Las alas del lobo / Blog / La esperanza del parque (por María Gómez y Rafa León)

La esperanza del parque (por María Gómez y Rafa León)

Huelva ya tiene de nuevo un equipo en primera, pero no, no es una ciudad de primera, por mucho que lo declamen a los cuatro vientos y al unísono todos y cada uno de los poderes públicos y privados que rigen su destino. Porque una ciudad de primera no se construye sólo ni fundamentalmente en torno a la mayor o menor calidad de su fútbol de élite. En la construcción de una ciudad de primera influyen otros muchos parámetros y cualidades, entre otros y de manera muy importante, la extensión, disposición y diseño de sus zonas verdes y de sus espacios públicos de comunicación y encuentro. Porque es la comunicación ciudadana, que no debe confundirse con el tráfico, el principal elemento que otorga o no el carácter social de ciudad a un hábitat determinado.

En este aspecto, no somos tan siquiera una ciudad de segunda, pues muchos de estos espacios nos han sido arrebatados a lo largo del tiempo para mayor gloria del ladrillo, una movilidad compulsiva y plagada de dificultades y una industria que se ha apropiado de muchos de los mejores lugares con los que contaba la ciudad para permitir a sus ciudadanos relacionarse en el contexto de una suficiente calidad de vida. Hace unos días, el mismo día en que el Recreativo conseguía de nuevo ser un equipo de primera, nos dimos cita un grupo de ciudadanos en la antigua playa La Gilda, atosigados por el hedor a azufre y por la basura que la Autoridad Portuaria de Huelva no se preocupa de retirar, para la colocación de un símbolo, una bandera negra para recordar el atentado ecológico y social cometido en la citada playa y que, entre otros muchos motivos, impide que Huelva sea esa ciudad de primera con la que a muchos se le llena la boca. Esa mañana, Diego, un hombre ya mayor pero con un corazón joven, estuvo rememorando notablemente emocionado sus vivencias allí hace ya más de cuarenta años. Escuchándolo tuvimos la impresión de que a Diego no sólo le habían arrebatado un espacio de ocio público, sino una parte muy importante de sus vivencias, de su misma vida.

Ahora parece que el bocado público apetecido por ese lado oscuro, cuyo rostro no conocemos, es el Parque de la Esperanza. Y con él, a muchos onubenses, les serán arrebatados, entre otras muchas cosas, el primer beso robado, la primera caricia a un amor, aunque pasajero, inolvidable o a la compañera o el compañero que ya lo ha sido para toda la vida, el paseo solitario y melancólico bajo la luz de la luna y la angustia del desamor, o aquellas tardes en torno a una guitarra y a unas cervezas en las que entonaban canciones protesta y que tanto influyeron en la formación de su personalidad, su espíritu y su conciencia ciudadana. Si perdemos el Parque de la Esperanza no sólo habremos perdido un espacio verde, un espacio público; habremos perdido también esos momentos, habremos perdido una parte muy importante de nuestra vida, tal vez muchos de los mejores momentos, comenzando un poco a morir prematuramente.

Así que este jueves, si es que no queremos que los ladrones de vida se alcen finalmente con su codiciado botín, es indispensable que cambiemos el atuendo albiazul por camisetas verdes de esperanza, rojas de pasión por lo vivo o azules, como el color de esa Ría que nos fue arrebatada junto con la playa La Gilda, para acudir al Parque de la Esperanza y mostrar con contundencia a los adalides del gris o el negro, que no es otra cosa que la ausencia de color y primaveras, que no estamos dispuestos a permitir que nos arrebaten ese primer beso, esa primera caricia ni la posibilidad futura de volver a entonar con muy mala voz la reivindicación contenida en una canción protesta, aunque éstas ya estén pasadas de moda.

Porque una ciudad de primera, como dijimos al principio, no se hace sobre la base de un equipo de fútbol o de tradiciones mal entendidas, prostituidas y devaluadas que nos alejan dolorosamente del terreno de la cultura para introducirnos de lleno en la ciénaga de lo chabacano. Una ciudad de primera y su identidad se hacen sobre todo de vivencias compartidas, que son el caldo de cultivo más propicio para la cultura y el entendimiento, y, para ello, es imprescindible no permitir que se pierdan los espacios que las propician.

Si la temporada próxima el Recreativo termina bajando a la segunda división, no se habrá perdido, aunque los acaparadores indecentes de cualquier éxito ajeno se empeñen en tratar de mostrarnos todo lo contrario, nada fundamental. Pero, además, siempre cabrá la posibilidad de que, con mayor o menor esfuerzo, con más o menos tiempo de por medio, se vuelvan a dar las condiciones propicias para permitir otro de esos baños de masas en una fuente o cualquier otro espacio público para celebrar un nuevo ascenso. Pero cuando una ciudad se devalúa y es arrojada sin pudor al pozo de la segunda o de la tercera, la esperanza de que vuelva a recuperar la categoría que le corresponde, que en todas y cada una de las ciudades del mundo debería ser la primera, se hace muy cuesta arriba, por no decir imposible. Porque los errores que se comenten en la construcción de una ciudad, en la mayoría de las ocasiones son irreversibles.

Hace ya más de cuarenta años una Dictadura férrea, sin escrúpulos, sangrante y asesina nos arrebató la playa La Gilda. Hoy, otra Dictadura, la Dictadura de la privatización y el acaparamiento abusivo del beneficio económico a costa de lo que sea, embutida en un guante tejido con un mal y abrasivo sucedáneo de la seda, pretende arrebatarnos el Parque de la Esperanza.

Y no deberíamos permitirlo, deberíamos todos luchar a sangre y verso para impedirlo. Porque la ESPERANZA es lo último que se pierde.
archivado en:
manuel rubiales
manuel rubiales dice:
07/06/2006 16:48

Con vuestro permiso hago mías vuestras palabras, emotivas y contundentes al unísono, como debe ser. Esta noche brindaré a solas con la luna por la esperanza. Vino y besos.

PacoHuelvaCala
PacoHuelvaCala dice:
07/06/2006 17:11

Siempre se dijo que la unión hace la fuerza -aunque como es sabido, la posesión de la fuerza no lleva implícita la razón en los planteamientos-. En este caso, el dueto Rafamaría, Maríarafa, posee la fuerza y la razón. Además de la pasión, tiene el entendimiento, la dulzura, el sentimiento, la historia, la palabra, el amor, la pasión..., en definitiva, todas aquellas cosas que hacen vida, que no destruyen sino que recrean la vida para hacer más vida. Lo demás, lo demás es puro negocio.

UN BESOTE A AMBOS (PARA TÍ MÁS CHICO, RAFA)



PACO HUELVA