La espada
Conozco bien mis limitaciones y es por ello que no me cuesta reconocer que escribo como el culo. En cualquier caso, esto último, tan común entre los integrantes de los poco numerosos y siempre tan selectos clubes de escritores de éxito de los cuales nunca llegaré a formar parte, no supone merma alguna en mi afán por jugar con las palabras. Con sadismo. A mazazos. Obsceno. Con obsesiva irreverencia. Destripándolas, siempre con la intención de salpicar de sangre y vísceras molidas la pulcritud hipócrita de los indecentes a fuerza de ser correctos. Hoy, como parte de esta estrategia "filoilógica" que no conduce a nada, he obligado a fornicar entre sí a dos sustantivos. Por puro vicio. Sin amor, esa entelequia. De la aberrante cópula ha nacido una bestia. O quién sabe si un ángel. También los caminos del lenguaje pueden llegar a ser inescrutables. TRAnsICIÓN; así se llama la criatura.
Agradables líneas, aunque la minúscula fornicadora más bien habría que emparejarla directamente con FRAUDE, ESTAFA, ENGAÑO o "más de lo mismo", pues no puede haber TRAICIÓN cuando la fidelidad y la lealtad brillan por su ausencia: "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie". Il Gattopardo...