Indicios (I)
En la perenne vigilia de los relojes vacíos nunca descansan los fantasmas. Y las cadenas se arrastran, por sí solas, plomizas por las venas.
Hay un terror a los afectos que desconocía, pero no sé donde está. ¿Qué hacer ante un disfraz de roca, fundido a la piel, cuando es inevitable la ternura?
Bajo el temblor de la incertidumbre más oscura, todas las preguntas que no llegaron a formularse se ajustaron al rumbo disperso de un viento incierto en la ceguera. Y todo se endurece, quebradizo, frente al golpe expectante.
No, no es el silencio la respuesta, pero hubo una incógnita que se perdió con el relámpago. ¿Cómo caminar a corazón descalzo sobre un pedregal afilado de mentiras?
El visionario sin mirada escupe fibra de vidrio desde sus gélidos ojos postizos. Así es el llanto de los que cayeron, enfermos de hambre azul. No pienses en las alas como respuesta. Beben de un viento equivocado allí donde atronó cegador el relámpago. ¿Cuándo cesará por siempre tanta sed verde?
Hay cicatrices en los párpados con forma de alas abatidas tras el último fulgor. ¿Por qué suenan las huellas perdidas como miembros amputados? ¿Dónde encontrar, en mitad del desierto, la gota de agua? ¿Dónde?
Va el sembrador con los pies hundidos en un mar de huellas que se desvanecen y una humedad de densa hiel en la lengua, que no se sostienen sobre la marea moribunda. El mar sangra.
Hay un amargor insoportable de desapariciones en los labios. ¡Cuánto veneno mezclado a la espesa saliva de la memoria! ¡Qué profunda grieta en la mirada rezumando lágrimas yermas! ¡Cuánto dolor engullido lentamente por no querer escupir a la deserción al rostro!
Acude, si quieres, a ver los huesos desnudos tras el primer crepúsculo, pero mantente lejos, y oculta en un suspiro las manos. No turbes el desasosiego del monólogo ni su voz quebrada de veneno contenido. Tú no lo sabes, pero robaron las uñas quebradas del aire sin brazos. No te preguntes quién, ni tú lo sabes.
Es mejor no decir nada. Sólo seguir en la mentira a voces del latido de los pies desnudos. Y habitar en la bruma de la ciénaga celeste sumida desde siempre en lo oscuro. Tengo sueño, mucho sueño.
Hay un terror a los afectos que desconocía, pero no sé donde está. ¿Qué hacer ante un disfraz de roca, fundido a la piel, cuando es inevitable la ternura?
Bajo el temblor de la incertidumbre más oscura, todas las preguntas que no llegaron a formularse se ajustaron al rumbo disperso de un viento incierto en la ceguera. Y todo se endurece, quebradizo, frente al golpe expectante.
No, no es el silencio la respuesta, pero hubo una incógnita que se perdió con el relámpago. ¿Cómo caminar a corazón descalzo sobre un pedregal afilado de mentiras?
El visionario sin mirada escupe fibra de vidrio desde sus gélidos ojos postizos. Así es el llanto de los que cayeron, enfermos de hambre azul. No pienses en las alas como respuesta. Beben de un viento equivocado allí donde atronó cegador el relámpago. ¿Cuándo cesará por siempre tanta sed verde?
Hay cicatrices en los párpados con forma de alas abatidas tras el último fulgor. ¿Por qué suenan las huellas perdidas como miembros amputados? ¿Dónde encontrar, en mitad del desierto, la gota de agua? ¿Dónde?
Va el sembrador con los pies hundidos en un mar de huellas que se desvanecen y una humedad de densa hiel en la lengua, que no se sostienen sobre la marea moribunda. El mar sangra.
Hay un amargor insoportable de desapariciones en los labios. ¡Cuánto veneno mezclado a la espesa saliva de la memoria! ¡Qué profunda grieta en la mirada rezumando lágrimas yermas! ¡Cuánto dolor engullido lentamente por no querer escupir a la deserción al rostro!
Acude, si quieres, a ver los huesos desnudos tras el primer crepúsculo, pero mantente lejos, y oculta en un suspiro las manos. No turbes el desasosiego del monólogo ni su voz quebrada de veneno contenido. Tú no lo sabes, pero robaron las uñas quebradas del aire sin brazos. No te preguntes quién, ni tú lo sabes.
Es mejor no decir nada. Sólo seguir en la mentira a voces del latido de los pies desnudos. Y habitar en la bruma de la ciénaga celeste sumida desde siempre en lo oscuro. Tengo sueño, mucho sueño.