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Fábula roja

oveja-negra

-Tampoco esta noche puedo dormir; hay algo inquietante y oscuro en la luz de las estrellas.




-¿Te busco un diazepam?




-Me mata los sueños. Quiero decir que me los remata en su agonía. Y, cuando despierto, tengo en la boca un insoportable sabor a carroña de utopías.




-Puedes probar a contar borregos.




-Eso sería mezclar churras con merinas.




-No entiendo la metáfora.




-Me refiero a que hay lobos con piel de cordero.




-¿La zorra guardando el gallinero?




-Esquilmándolo. Pero, ya que parece inevitable, contemos. Un borrego, dos borregos, tres borregos (...) un millón trescientos trece mil trescientos trece borregos... ¡oh, Marx mío!...




-¿Qué sucede?




-¡Una oveja negra, una oveja negra!




-¿Cómo puedes saberlo?; las estrellas agonizan, todo está oscuro. Probablemente no sea más que una ilusión panóptica, quizá una pesadilla ciega.




-¡No, no, no!, brillan en sus ojos una hoz y un martillo.




-¡Oh, qué espanto! ¡Vendrá a degollarnos!




-No, está segando de raíz las alambradas.




-¡Huyamos, huyamos!




-No, ya no hay territorios libres para el exilio.




-¿Entonces?




-¡Luchemos!