Eutanasia y despedida

Hoy,
mi amiga,
te me has muerto.

Ya no pude soportar
este hilo de agonía
con que te ataba al dolor
de mis pobres esperanzas.

Dijiste querer vivir,
pero había en tu mirada
una súplica angustiada
por huir de mi tormento.

Y te he dejado morir
por que puedas renacer,
libre de mi sangre amarga,
a otra vida sin cizaña.

Y desangrado en la herida
de esta cicatriz de estrellas
que nunca supe alcanzar
enredado entre mis sábanas,

hoy,
mi amiga,
te me he muerto.

Y me oculto en las esquinas
sólo por verte pasar
evitando que conozcas
como te añora mi espectro.

Y rebusco por los bares,
cuando sé que tú te has ido,
el melancólico aroma
que ha desprendido tu ausencia.

Y me aferro al pasamanos
de la cansada escalera
que habrán tocado tus dedos
para acariciar sus huellas.

Y recorro tus pisadas
cuando ya te has recogido
y bebo de ellas la lluvia
para endulzarme mi llanto.

Y me miro en tu mirada,
triste en la fotografía
de aquel diciembre suicida,
para no olvidar tus ojos.

(luz azul que me ilumina
en este infierno de sombras
aunque haya muerto la estrella
de un abrazo inalcanzable)

Y me amputo las palabras
por no gritar en tu tumba,
profanando tu descanso…

¡levanta y vuelve a mi lado!

Hoy,
mi amiga,
te me has muerto.

¡Feliz vida!

Tuyo siempre,

desde mi infierno
te envío flores.