Eucaliptos
Tenaz creció la encina en los confines
Del páramo esquilmado por los hombres;
Su afán era existir, ser fruto y sombra;
Pasó por lustros de salitre, escarcha;
Vivió dos guerras; subsistió al incendio,
La oruga, el rayo, al frío campesino.
Acogió al herrerillo en su regazo,
Mitigó los sudores del labriego
Y amparó en su corteza las promesas
De amores pubescentes sin recato.
Creció adusta la encina a manotazos
Y se hizo emblema, símbolo inequívoco
Del pulso que alimenta a la utopía,
De un sueño que despierta y se hace carne,
De savia que se agita en primavera.
De súbito un bulldozer un día aciago
Taló las esperanzas de la tierra.
Amigo mío, hoy te toco el dedo de Garcilaso, y tú modelaste la inyección acorde con estos jodidos tiempos.
Un abrazo.