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El pavor

Uno siempre está solo
pero
a veces
está más solo.
Idea Vilariño

En ningún momento pensó hacerlo; se sospechaba demasiado cobarde. Sólo se sentía abandonada y desierta, y no encontró ningún otro modo con el que tratar de procurarse un poco de interés y afecto, unos minutos de protagonismo en la soledad de la lúgubre y ruinosa tramoya sin representación programada en la que estaba sumida desde que perdió la última de sus hastiadas esperanzas.

Miró hacia el abismo, y, en el silencio del murmullo atronador que se elevaba indecente desde la muchedumbre vacía, tan sólo pudo vislumbrar una mezcla extraña y desalmada de expectación morbosa y cenagosa indiferencia.

Saltó.