El hombre que nunca existió
Era tanto el dolor, tanta la angustia, tanta la añoranza, tanto el desaliento que se abatían como alimañas de alas negras sobre su vida, que comenzó a desear poder desandar todo lo andado, tener la oportunidad de recomenzar de nuevo, de volver al pasado, de recuperar aquel tiempo perdido en el que no se sentía continuamente un infeliz absoluto para permanecer en él para siempre. A su lado.
Y lo deseó con tantas fuerzas, que una mañana, al despabilar de la eterna duermevela que lo acongojaba, observo, con sorpresa, como las manecillas de su reloj de pulsera comenzaron a girar hacia la izquierda.
Al principio le resultó muy duro, casi tan insoportable como mirar hacia el oscuro y yermo abismo que se abría ante él desde que Elvira se apartó de su vida. Hubo de revivir el alejamiento, la incomunicación, los intentos frustrados por reconquistar su confianza y su cariño, la ruptura, los celos y los reproches, la traición recíproca. Pero tras estos primeros y pesados pasos hacia el ayer, comenzó a transitar los mismos senderos en el aire que durante varios años le hicieron sentirse tan liviano como un ángel perdido alegremente en mitad del paraíso: los abrazos, los paseos acurrucados mutuamente bajo la lluvia, el primer beso, la declaración de amor. Hasta que llegó el día en el cual la desconoció. Y, entonces, se desvaneció en un instante.
Y lo deseó con tantas fuerzas, que una mañana, al despabilar de la eterna duermevela que lo acongojaba, observo, con sorpresa, como las manecillas de su reloj de pulsera comenzaron a girar hacia la izquierda.
Al principio le resultó muy duro, casi tan insoportable como mirar hacia el oscuro y yermo abismo que se abría ante él desde que Elvira se apartó de su vida. Hubo de revivir el alejamiento, la incomunicación, los intentos frustrados por reconquistar su confianza y su cariño, la ruptura, los celos y los reproches, la traición recíproca. Pero tras estos primeros y pesados pasos hacia el ayer, comenzó a transitar los mismos senderos en el aire que durante varios años le hicieron sentirse tan liviano como un ángel perdido alegremente en mitad del paraíso: los abrazos, los paseos acurrucados mutuamente bajo la lluvia, el primer beso, la declaración de amor. Hasta que llegó el día en el cual la desconoció. Y, entonces, se desvaneció en un instante.
Una de las mejores series televisivas de su momento.
Todos, o casi, hemos pretendido en algún momento deshacer parte del camino, el tramo en que pensamon nos equivocamos, pero no la hay, la vuelta atrás. Lo pasado pasó. CARPE DIEM
PAQUITA