Día del Medio Ambiente y "Desarrollismo Sostenible"
Con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, recupero este artículo que apareció publicado el 5 de junio de 2000 en el diario Huelva Información y en la web de Rebelión. Seis años después tiene tanta o más vigencia que entonces, prueba de que poco o nada hemos mejorado.
Un año más, con la llegada del 5 de junio, celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente y, con cada año que pasa, en este día tan significativo, es más reducido el ámbito del objeto sobre el que se celebra. Cada año que pasa arrasamos millones de hectáreas de bosque y reducimos la biodiversidad haciendo desaparecer multitud de especies florísticas y faunísticas: ¿Hemos olvidado ya la última bucarda? ¿Habrá que recordar pronto con más o menos tristeza el último lince? Cada año vertemos a atmósfera, aguas y suelos miles de millones de toneladas de sustancias peligrosas para la salud y los ecosistemas; miles de sustancias diferentes cuyos efectos perniciosos, en la mayoría de las ocasiones, no han sido ni siquiera investigados. Cada año generamos miles de toneladas de residuos nucleares con una vida media de millones de años, con lo que resulta imposible garantizar la ausencia de graves riesgos en un futuro más o menos lejano, e incluso los esparcimos sin control en forma de proyectiles de uranio empobrecido. Cada año producimos una mayor cantidad de residuos peligrosos y cada año incineramos un mayor porcentaje de los mismos con grave riesgo futuro, e incluso con una realidad presente, de contaminar aguas, aire y suelos. Cada año destruimos de un modo irreversible kilómetros y kilómetros de espacios litorales para gloria de la especulación y de las mafias con dinero sucio o manchado de sangre que limpiar. Cada año…
La supuesta conciencia medioambiental que teóricamente impregna a la sociedad actual sigue siendo incapaz de poner freno a tantos desmanes. Una conciencia medioambiental que, bajo el "síndrome" de un desarrollo sostenible que agoniza nonato, es engañada permanentemente por los que hacen de la destrucción del medio ambiente su negocio. El desarrollo sostenible, un concepto aún no suficientemente definido y que ni siquiera incipientemente ha sido puesto en marcha, ya ha dado paso al "desarrollismo sostenible", que es el modo ideado por los poderes fácticos para adormecer esa supuesta conciencia medioambiental y poder continuar "sosteniendo", hasta que sea posible, unas prácticas anti-ecológicas y anti-saludables que les reportan grandes beneficios económicos.
Hoy, los mismos vertidos de siempre han pasado a denominarse “ecológicos”; se construyen campos de golf “sostenibles”; se incineran neumáticos, disolventes, plásticos y todo tipo de residuos de forma “ecológica” (por supuesto se intenta evitar el término incineración, que es sustituido eufemísticamente por valorización, termólisis, gasificación…); se idean complejos turísticos “medioambientalmente integrados”; se urbaniza hasta el último rincón del litoral de un modo “sostenible”; se "transforman" bosques en auténticos desiertos “ecológicos”.
Mientras mayores son los impactos negativos de una actuación, más adecuado resulta, para los fines del sistema, calificarlos como ecológicos o sostenibles, y proliferan eco-etiquetas o certificados de calidad ambiental que, en la mayoría de las ocasiones, se conceden sin verdaderos criterios ambientales y con el único fin de limpiar imágenes y evitar posibles alarmas sociales. Tanto se han prostituido los términos "ecológico", "sostenible" o "medioambiental", que ya casi carecen de significado, se han devaluado, son, como tantas otras cosas en las actuales sociedades super-civilizadas e hiper-desarrolladas, de "usar y tirar".
Con cada átomo de cualquier recurso natural que se degrada o se pierde irremisiblemente, gana terreno el "desarrollismo sostenible", elemento fundamental en la consolidación del neoliberalismo y el imperialismo (perdón, globalización) que todo lo envuelve. La destrucción de la naturaleza crea negocio. Lo natural, patrimonio de todos, cada vez se reduce más, con lo cual se encarece y tiende a ser privatizado para disfrute exclusivo de aquellos pocos privilegiados del sistema que pueden pagárselo.
La dualidad cada vez más exacerbada que en todos los aspectos preside nuestro mundo, poco a poco también se consolida en el terreno del medio ambiente y de lo natural. Un medio ambiente que unos pocos tienden a acaparar de manera exclusiva, en tanto que la gran mayoría tiene que conformarse a lo sumo con observarlo "desde detrás de las alambradas", o a disfrutarlo de manera falsa y enfermiza, a modo de sesión sadomasoquista, mediante técnicas de (i)realidad virtual, otra de las herramientas del sistema permanentemente pervertida al pasar a ser un fin en lugar de un medio.
El Foro Mundial de Ministros de Medio Ambiente, reunido en Malmoe (Suecia) a finales de mayo, en el marco del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), ha puesto de manifiesto la realidad de esta dualidad cada vez más globalizada. La declaración de Malmoe recoge que la degradación del medio natural progresa de un modo alarmante y como "las raíces de la destrucción ambiental yacen en problemas como la pobreza, una distribución desigual del bienestar y la carga de la deuda externa de los países en vías de desarrollo".
Así, con cada año que pasa, es más necesario eliminar cualquier atisbo de carácter festivo del Día Mundial del Medio Ambiente, para convertirlo, en esencia, en un día de reivindicación y de lucha. Un espíritu de reivindicación y de lucha que es necesario trasladar a los restantes 364 días del año. Una lucha global, no sólo dirigida a reclamar que cese la destrucción ambiental, sino también a denunciar y a trabajar para ir minando las profundas raíces que la ocasionan. Unas raíces que, como se ha reconocido en Malmoe, no son otras que la desigualdad y la injusticia que alimentan y son la principal razón de ser del sistema económico capitalista y del moderno imperialismo, disfrazado bajo los ropajes de la globalización.
En un día así, el festejo y el jolgorio sólo cabe entre los adalides del "desarrollismo sostenible", a los que no importa la destrucción del medio ambiente en tanto puedan conservar una pequeña parcela del mismo para su uso particular y exclusivo. El resto, los que cada día tenemos un menor acceso a lo natural, a lo sano, a lo limpio, no tenemos nada que festejar, y por el contrario tenemos mucho que reivindicar, mucho por lo que batallar. Hagamos, por tanto, del Día Mundial del Medio Ambiente un día más de lucha dirigido a "aguar la fiesta" a los "proxenetas" que no tienen reparo en prostituir el medio ambiente, la sociedad y al ser humano mismo, sabedores de que, durante un tiempo, podrán mantener un derecho exclusivo de pernada sobre las cada vez menos parcelas "vírgenes" que van quedando.
Un año más, con la llegada del 5 de junio, celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente y, con cada año que pasa, en este día tan significativo, es más reducido el ámbito del objeto sobre el que se celebra. Cada año que pasa arrasamos millones de hectáreas de bosque y reducimos la biodiversidad haciendo desaparecer multitud de especies florísticas y faunísticas: ¿Hemos olvidado ya la última bucarda? ¿Habrá que recordar pronto con más o menos tristeza el último lince? Cada año vertemos a atmósfera, aguas y suelos miles de millones de toneladas de sustancias peligrosas para la salud y los ecosistemas; miles de sustancias diferentes cuyos efectos perniciosos, en la mayoría de las ocasiones, no han sido ni siquiera investigados. Cada año generamos miles de toneladas de residuos nucleares con una vida media de millones de años, con lo que resulta imposible garantizar la ausencia de graves riesgos en un futuro más o menos lejano, e incluso los esparcimos sin control en forma de proyectiles de uranio empobrecido. Cada año producimos una mayor cantidad de residuos peligrosos y cada año incineramos un mayor porcentaje de los mismos con grave riesgo futuro, e incluso con una realidad presente, de contaminar aguas, aire y suelos. Cada año destruimos de un modo irreversible kilómetros y kilómetros de espacios litorales para gloria de la especulación y de las mafias con dinero sucio o manchado de sangre que limpiar. Cada año…
La supuesta conciencia medioambiental que teóricamente impregna a la sociedad actual sigue siendo incapaz de poner freno a tantos desmanes. Una conciencia medioambiental que, bajo el "síndrome" de un desarrollo sostenible que agoniza nonato, es engañada permanentemente por los que hacen de la destrucción del medio ambiente su negocio. El desarrollo sostenible, un concepto aún no suficientemente definido y que ni siquiera incipientemente ha sido puesto en marcha, ya ha dado paso al "desarrollismo sostenible", que es el modo ideado por los poderes fácticos para adormecer esa supuesta conciencia medioambiental y poder continuar "sosteniendo", hasta que sea posible, unas prácticas anti-ecológicas y anti-saludables que les reportan grandes beneficios económicos.
Hoy, los mismos vertidos de siempre han pasado a denominarse “ecológicos”; se construyen campos de golf “sostenibles”; se incineran neumáticos, disolventes, plásticos y todo tipo de residuos de forma “ecológica” (por supuesto se intenta evitar el término incineración, que es sustituido eufemísticamente por valorización, termólisis, gasificación…); se idean complejos turísticos “medioambientalmente integrados”; se urbaniza hasta el último rincón del litoral de un modo “sostenible”; se "transforman" bosques en auténticos desiertos “ecológicos”.
Mientras mayores son los impactos negativos de una actuación, más adecuado resulta, para los fines del sistema, calificarlos como ecológicos o sostenibles, y proliferan eco-etiquetas o certificados de calidad ambiental que, en la mayoría de las ocasiones, se conceden sin verdaderos criterios ambientales y con el único fin de limpiar imágenes y evitar posibles alarmas sociales. Tanto se han prostituido los términos "ecológico", "sostenible" o "medioambiental", que ya casi carecen de significado, se han devaluado, son, como tantas otras cosas en las actuales sociedades super-civilizadas e hiper-desarrolladas, de "usar y tirar".
Con cada átomo de cualquier recurso natural que se degrada o se pierde irremisiblemente, gana terreno el "desarrollismo sostenible", elemento fundamental en la consolidación del neoliberalismo y el imperialismo (perdón, globalización) que todo lo envuelve. La destrucción de la naturaleza crea negocio. Lo natural, patrimonio de todos, cada vez se reduce más, con lo cual se encarece y tiende a ser privatizado para disfrute exclusivo de aquellos pocos privilegiados del sistema que pueden pagárselo.
La dualidad cada vez más exacerbada que en todos los aspectos preside nuestro mundo, poco a poco también se consolida en el terreno del medio ambiente y de lo natural. Un medio ambiente que unos pocos tienden a acaparar de manera exclusiva, en tanto que la gran mayoría tiene que conformarse a lo sumo con observarlo "desde detrás de las alambradas", o a disfrutarlo de manera falsa y enfermiza, a modo de sesión sadomasoquista, mediante técnicas de (i)realidad virtual, otra de las herramientas del sistema permanentemente pervertida al pasar a ser un fin en lugar de un medio.
El Foro Mundial de Ministros de Medio Ambiente, reunido en Malmoe (Suecia) a finales de mayo, en el marco del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), ha puesto de manifiesto la realidad de esta dualidad cada vez más globalizada. La declaración de Malmoe recoge que la degradación del medio natural progresa de un modo alarmante y como "las raíces de la destrucción ambiental yacen en problemas como la pobreza, una distribución desigual del bienestar y la carga de la deuda externa de los países en vías de desarrollo".
Así, con cada año que pasa, es más necesario eliminar cualquier atisbo de carácter festivo del Día Mundial del Medio Ambiente, para convertirlo, en esencia, en un día de reivindicación y de lucha. Un espíritu de reivindicación y de lucha que es necesario trasladar a los restantes 364 días del año. Una lucha global, no sólo dirigida a reclamar que cese la destrucción ambiental, sino también a denunciar y a trabajar para ir minando las profundas raíces que la ocasionan. Unas raíces que, como se ha reconocido en Malmoe, no son otras que la desigualdad y la injusticia que alimentan y son la principal razón de ser del sistema económico capitalista y del moderno imperialismo, disfrazado bajo los ropajes de la globalización.
En un día así, el festejo y el jolgorio sólo cabe entre los adalides del "desarrollismo sostenible", a los que no importa la destrucción del medio ambiente en tanto puedan conservar una pequeña parcela del mismo para su uso particular y exclusivo. El resto, los que cada día tenemos un menor acceso a lo natural, a lo sano, a lo limpio, no tenemos nada que festejar, y por el contrario tenemos mucho que reivindicar, mucho por lo que batallar. Hagamos, por tanto, del Día Mundial del Medio Ambiente un día más de lucha dirigido a "aguar la fiesta" a los "proxenetas" que no tienen reparo en prostituir el medio ambiente, la sociedad y al ser humano mismo, sabedores de que, durante un tiempo, podrán mantener un derecho exclusivo de pernada sobre las cada vez menos parcelas "vírgenes" que van quedando.