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Día de la Tierra

22 de abril, una año más celebramos el Día de la Tierra... ¿Celebramos?, un momento, aquí hay algo que semánticamente no me cuadra. Acudamos al diccionario de la RAE. Celebrar: Alabar, aplaudir algo... Reverenciar, venerar... Realizar un acto, una reunión, un espectáculo... Conmemorar, festejar una fecha, un acontecimiento...

¡Vaya! Tendré que comenzar de nuevo. Vamos, pues.

22 de abril: Esta fecha se dedica desde 1970 a tratar de sensibilizar a la Humanidad, y en especial a la selecta casta de Ésta que ostenta el poder, sobre la gran magnitud que han adquirido los problemas ambientales y el peligro cierto que éstos suponen para la pervivencia del Planeta, ante el cual es preciso adoptar medidas contundentes y radicales. Como otros tantos días al año: el del Medio Ambiente, el día Forestal, el de las Montañas, el de los Mares... Muy, muy mal deben estar las posibilidades de pervivencia de la Tierra, cuando dedicamos tantos días a tratar de sensibilizarnos sobre el mismo tema... ¡Un momento! ¿Sensibilizar sobre el peligro que corre el Planeta? ¿En serio que puede llegar a pensarse que el Planeta corre peligro? Tengo mis dudas. Bueno, bueno, está claro que esto sigue sin gustarme, hay algo que falla. Se ve que hoy mi pobre inspiración debe andar todavía perdida en los territorios del sueño o de la resaca.

Está bien. Lo intentaré de nuevo.

22 de abril. Hoy es el día de la Tierra. Un buen día para que el Hombre comience a hacer una cura de humildad y a cambiar radicalmente su visión del Mundo, si es que no quiere dejar de ser en poco tiempo una más de entre las especies moradoras del Planeta. Pensar que la Tierra está en peligro y que, por ello, los hombres estamos obligados a ejecutar las acciones que sean necesarias para salvarlo, no es más que un acto de soberbia antropocentrista. Nos creemos el centro del Universo, poderosos como dioses, y, por ello, hemos declarado la guerra al Planeta con el objetivo último de dominarlo hasta la esclavitud. Pero el hombre-dios-centro-principio y fin de todo necesita de la guerra permanente para sentirse realizado y por lo tanto no podemos permitirnos que el enemigo sucumba, hay que cuidarlo para que nos pueda seguir presentando la batalla que nos justifica. Pero no somos ni dioses, ni principio, ni fin... sólo somos seres insignificantes y sumamente prescindibles a punto de perder la guerra ancestral que emprendieron nuestros antepasados y que, a medida que avanza (o retrocede) la Historia, tornamos más cruenta.

La Tierra no está en peligro, simplemente se divierte con nosotros, sabedora de que es invencible. Hasta no hace mucho ha estado permitiendo nuestras andanadas sin apenas dar respuestas. Pero hoy ya hemos pasado de enemigo casi inofensivo a amenaza evidente, y la Tierra ha comenzado a devolvernos los golpes. La Tierra es un sistema vivo y poderoso con tendencia a perfeccionarse y en este proceso va eliminando todo aquello que le resulta molesto o innecesario. Nos hemos convertido en un gran grano en el culo de la Tierra y Ésta ha comenzado a rascarse con fuerza. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad, el agujero de la capa de ozono... y todas las secuelas que están ocasionando, no son un síntoma de la debilidad de la Tierra, son la prueba de la fuerza de la Naturaleza, ante la cual estamos indefensos, como se está ya empezando a poner de manifiesto con la aparición de fenómenos naturales impensables hace unas décadas y con una capacidad destructiva que jamás podrá alcanzar cualquier arma ideada por el hombre.

Así que hoy no es un día para la soberbia, para sentirnos alfa y omega, para pensar que somos capaces de hacer lo necesario para salvar a una Tierra que está en peligro ante nuestro poder infinito. Hoy es un día para la humildad y para pensar qué sólo somos un elemento más, perfectamente sustituible, de un mecanismo vivo casi perfecto y que por lo tanto, más que preocuparnos por lo que podríamos o deberíamos hacer para salvarlo, deberíamos evaluar que es lo que deberíamos dejar de hacer para que quien nos alberga no se decida pronto a buscar nuevos inquilinos que ocupen el lugar que hoy nosotros habitamos en precario. No; no es la Tierra la que está en peligro. Es el Hombre, una especie en evidente peligro de extinción a pesar de su elevado número. Y es que el Hombre está empeñado en ser una de las especies más débiles del Planeta.

Hoy es uno de esos días en el que nos deberíamos plantear que si no cambiamos nuestra visión del mundo y nuestro modo de interactuar con el Planeta, Éste, muy pronto, continuará su andadura prescindiendo de nosotros. Nos suena apocalíptico ¿verdad? Otra prueba de nuestro mórbido antropocentrismo.