Desesperanza
Esquirla de humo infranqueable
penetrando sin estirpe la memoria
-mazmorra de gemidos rogando el desenlace
sobre un túmulo de cenizas y silencio-
cuando la noche,
insomne,
se espesa en el tumulto del viento
y las estrellas,
marchitas,
se acogen a una niebla recóndita
y a sus miradas,
turbias,
lamiendo el ácido espejismo
de su inútil y frágil existencia.
penetrando sin estirpe la memoria
-mazmorra de gemidos rogando el desenlace
sobre un túmulo de cenizas y silencio-
cuando la noche,
insomne,
se espesa en el tumulto del viento
y las estrellas,
marchitas,
se acogen a una niebla recóndita
y a sus miradas,
turbias,
lamiendo el ácido espejismo
de su inútil y frágil existencia.
Agarra un copito de cielo y vuela alto,
sonrisa enrevesada, para algunos polvo,
para otros, bailarina de sueños y asfalto.
Elévate.
Lanza un beso de miserias.
Dile al mundo que no es mundo,
rásgale al conejo la chistera.
Y míranos.
Míranos desde tu pobreza,
desde tu flotar en la nada,
castillo sin juglares ni princesa.
Y dinos,
desde la perspectiva del patriota sin tierra:
“Ni gime el manglar, ni rompe la estera,
ni abarca el pan en los focos de tiniebla”.
Ni viento, ni marea,
ni verso incrédulo de dioses.
Ni besos, ni mentiras,
ni novelas que nacen sin autores.
Sólo tú,
esquirla de humo,
alienada por creada.
Viejos inquisidores.
Sólo tú,
desde el cielo más negro,
dejas de un lado los paraísos,
y enseñas un trocito del infierno.
M.C