De la explosiva viñeta de la discordia
En todo el cúmulo de disparates que ha estallado en torno a la viñeta cubriéndolo todo de inmundicia, una de las andanadas que más me ha llamado la atención de manera ingrata ha sido el artículo publicado en El País el pasado 18 de febrero, que venía a reproducir el discurso de Ayaan Hirsi Alí, diputada del Parlamento de Holanda, una mujer de origen somalí acosada a muerte, desgraciada y evidentemente de manera injusta y aberrante, por el fanatismo islamista. En este discurso, resumiendo al máximo, la diputada dice defender el derecho a ofender, así como la libertad de expresión como esencia de la democracia y de los valores incuestionables del mundo occidental, amparándose en la falta de libertades y en las diferentes represiones a las que están sometidos los habitantes del mundo islámico.
No puedo estar más que de acuerdo con las críticas que Ayaan Iris Alí vierte contra esa represión y ese fanatismo que, con la ayuda inestimable de siglos de colonialismo imperialista, ha sumido a gran parte del mundo islámico en la incultura y la barbarie.
Hasta aquí ningún problema. Ni voy a la chica ni a la grande ni a los pares. Pero desde luego no puedo dejar de ir al envide que, a modo de órdago, lanza la diputada para el juego, pues éste no es más que un farol sin base que prefiero creer que está movido por la situación de hostigamiento a la que se ve sometida, en lugar de por haber entrado conscientemente a formar parte de la bochornosa manipulación urdida en torno al asunto de la viñeta del copón (del copón de la baraja, entiéndase, para no herir más susceptibilidades). Y es que, a pesar de todo, aún me cae bien la diputada.
No puedo, ni creo que nadie debiera, compartir ese empeño que manifiesta la diputada por dividir de forma maniquea el mundo en dos grandes bloques en el que uno, el “nuestro”, atesora todos las virtudes, y el otro, el de “ellos”, perpetra todos los pecados capitales (ya que decimos hablar de religión, el símil viene como anillo al dedo). El maniqueísmo, como modo de construir enemigos para instalar al pueblo en una sumisión incuestionable a los dictados del poder como única respuesta al miedo, aspectos todos relatados de manera genial por Orwell en “1984”, es una estrategia ya muy antigua. Los poderosos no pueden vivir sin enemigos, pues sin ellos pierden buena parte de sus privilegios.
Cuando los llamados estados comunistas (que muy poco o casi nada tenían que ver con la esencia del comunismo y sí con un totalitarismo comparable al que existía en muchos estados del otro bloque), con la caída del Muro de Berlín, dejaron de ser el enemigo, había que construir otro a toda prisa. Así, el “muro” existente entre el Este y el Oeste, entre capitalismo y “comunismo”, fue sustituido por otro, y para ello hubo que “trabajar” lo suyo, entre riqueza y pobreza, entre el Norte y el Sur, entre nuestros incuestionables valores morales y sociales y la “barbarie gratuita” que, en nuestra opinión, esgrimen los empobrecidos, la cual hoy ya está plenamente identificada con el mundo islámico. A ver cuando de una vez para siempre, el pueblo es capaz de ver que su verdadero enemigo no está en el Este o en el Oeste, en el Norte o en el Sur, sino en todo aquel que se nutre del maniqueísmo para lograr sus fines y beneficios a costa de perjudicar al conjunto de todas las sociedades que lo sufren. Sólo entonces podremos hablar de democracia sin tener que ruborizarnos. Aunque algunos ya no se ruborizan por nada.
Tampoco comparto con la diputada que la ofensa sea un arma legítima, entre otras razones, porque, muy a menudo, justo detrás de la ofensa caminan los fúsiles. No, no se trata de poner la otra mejilla, aborrezco esta pseudo-moral dirigida a crear ciudadanos sumidos en un abominable “silencio de los corderos”, pero desde luego de lo que tampoco se trata es de obligar a los “otros” a tener que decidir entre poner la suya o devolvernos la bofetada. Creo firmemente que la famosa viñeta no es más que otro arma de destrucción masiva dirigida a que los ofendidos deban optar por una de las dos posibilidades anteriores y, lo que es más grave, con la funesta esperanza de que se decidan por devolver el golpe. Arma al servicio de los beneficiarios del maniqueísmo -fanáticos islamistas y fanáticos occidentales unidos en sus fines por una estúpida viñeta, el colmo de la estulticia- para avanzar en su funesto propósito de dividir el mundo.
Por otra parte, tratar de enfrentar lo positivo de los valores de nuestra cultura de occidentales acomodados (los que los seamos, que en nuestro primer mundo también hay niños comidos de moscas) a la incultura de los pueblos islámicos (que no olvidemos tuvieron una cultura rica y floreciente mientras aquí estábamos en el mismo momento histórico prácticamente saliendo de la prehistoria) es jugar sucio, pues “occidente” se ha encargado durante siglos de propiciar esa supuesta incultura a base de y para más fácilmente someter, primero manu militari y después mediante sofisticados mecanismos de mercado dictados por los estados “desarrollados”, al conjunto de los países empobrecidos. E incluso hoy, cuando el mercado no basta, se acude de nuevo a las bombas de racimo para someter a los díscolos, como ha sucedido en Iraq que, por cierto, era, y sin pretender con ello justificar las barbaridades que haya podido cometer Sadam Hussein, uno de los países del mundo islámico más desarrollado, con mayores derechos sociales y con una mayor separación entre religión y estado. Hoy Iraq está sumido de nuevo en la incultura, el fanatismo religioso y la prehistoria que era, junto con la dominación económica para el saqueó de sus recursos básicos, lo que se pretendía con la masacre “democratizadora”.
También es cierto que el abuso que de la religión islámica hace el fanatismo da lugar a situaciones muy graves de opresión, falta de respeto y vejación hacía diferentes colectivos del mundo islámico, y que la imposibilidad de crítica es una pesada losa que les impide avanzar en la conquista de sus legítimos derechos. Pero ello no quiere decir que “occidente” sea la panacea en estos mismos temas. La sociedad occidental sigue siendo aún sumamente patriarcal, y se sigue vejando a las mujeres, a los homosexuales y a otros muchos colectivos, aunque, claro está, en menor grado. Y hay críticas que tampoco tienen lugar pues una “sutil” censura las condena al ostracismo, como veremos un poco más adelante. Aquí, no hace mucho tiempo, la Inquisición quemaba en la hoguera a “las brujas” (curiosamente, siempre se habla de brujas y no de brujos en un contexto lingí¼ístico donde el uso del género masculino es dominante, ¿por qué será?) o, más recientemente todavía, se fusilaba al primero al que cualquier chivato infame acusaba de ateo o comunista para solventar de mala manera rencillas que, en la mayoría de las ocasiones, respondían sólo a cuestiones personales. Y aún hoy millones de personas se contagian de sida por una estúpida norma vaticana (esta expresión la puedo utilizar en el ejercicio de mi libertad de expresión ¿no?) que “reza” que follar con condón es pecaminoso. Pero es cierto, hemos ido avanzando gracias a una evolución sociocultural y también económica que no ha sido permitida por “occidente” en los países islámicos.
Por otra parte, no comparto con la diputada los valores incuestionables que atribuye a los medios de comunicación “occidentales” como puede ser la defensa de la libertad de expresión. No dudo que la censura en el mundo islámico sea aplastante, pero ello no quiere decir que aquí no exista. Es algo archisabido que nuestros medios de difusión masiva interesada lo publican casi todo, siempre y cuando ello no suponga morder la mano de quién les da de comer, o dar salida pública a críticas bien construidas a los “valores” establecidos que pudiesen ponerlos en cuestión ¿O no? Tengo más de un amigo y más de un conocido que han sufrido en sus carnes la censura de algún medio en el que participaban por artículos calificados hipócritamente por el “censor” de turno como “ofensivos” o políticamente incorrectos.
En cualquier caso no creo que haya que situar el asunto de la viñeta de marras tanto en el terreno de libertad de expresión sí o libertad de expresión no, o de libertad religiosa frente a libertad de expresión, sino en la disyuntiva existente entre instrumentos para la concordia frente a instrumentos para la discordia. Y la famosa viñeta ha sido un instrumento utilizado conscientemente para crear discordia en un caldo de cultivo ya saturado de la misma. Y cuando la libertad de expresión es utilizada no para el debate, sino para crear discordia, se está abandonado de manera infame y vergonzante el terreno de la libertad para entrar en el del libertinaje y la agresión. La diputada podría haber hecho un discurso mucho más contundente y productivo (el que ha hecho más que productivo se puede calificar de contraproducente) en defensa de los oprimidos del mundo islámico si no se hubiese anclado en la estrategia del maniqueísmo ni hubiese caído en la tentación de tratar de aprovecharse para ello del asunto de la viñeta de las narices. Con su discurso no ha hecho más que echar más leña a la hoguera que se prendió con la puñetera viñeta, junto a la cual se encuentran bien calentitos una panda de indeseables fundamentalistas de ambas “partes” que, además, están ávidos por quemar en la misma al primer desgraciado que pase cerca en el momento inadecuado o que sea acusado de cometer “hechicería” por algún descerebrado. La demagogia tiene casi siempre una melodía que pude sonar tan bien que hace que no reparemos en la letra de la canción. Y hay canciones con letras incendiarias. Leed con atención y espíritu crítico 1984 y entenderéis muchas de las claves que explican gran parte del “mamoneo” que se ha desatado con la aparición de la “libertaria” viñeta. Salam Aleikum. Dios sea con vosotros.
Estimado Rafa:
Muy bueno tu artículo. Te lo has currado. No obstante voy a recomendarte un ensayo editado por la Biblioteca de Ensayo de "Siruela", escrito por un novelista y ensayista judío llamado Amos Oz, que se denomina "Contra el fanatismo". El libro es esclarecedor porque deja muy claro cuáles son las posiciones de árabes y de judíos en este enfrentamiento en que llevan inmersos muiles de años; además, deja claro otra cosa, que el enfrentamiento entre árabes y judíos no tiene nada que ver con el enfrentamiento entre árabes palestinos y judíos israelíes. Es decir, el problema entre los judíos israelíes y los árabes palestinos es un problema exclusivo de posesión de la tierra que comparten, se circunscribe sólo a eso. Desde que se fundó el Estado de Israel y expulsaron a los palestinos de su tierra, ambos pueblos están solicitando la posesión de la misma tierra. Según Amós Oz (al que ahora no pueden ver los fanáticos de uno ni de otro lado)aquí lo que se dilucida es que Gaza y Cisjordania tienen que ser devueltas al pueblo palestino que fue expulsado de las mismas y permitirse la creación de dos Estados independientes que convivan en el mismo lugar, llegando además, a un acuerdo entre ambos para la utilización de los llamados Santos Lugares (Jerusalén, especialmente).
Como te decía, me ha gustado tu artículo, pero desgraciadamente de lo de las viñetas seguiremos hablando porque las mismas han sido sólo una espoleta más, perfectamente controlada, para que explosione cualquier procese de apaciguamiento en la zona por aquellos gobiernos que no le interesan la misma y sí, continuar con la desestabilización.
La vida, amigo Rafa, se me antoja como un abanico de colores en el que cada cual escoge el color que puede (no el que quiere), dentro de la menor o mayor libertad que posea, pero en la que nunca llegamos a ver la totalidad cromática del arco iris porque nos está vedada.
La educación recibida, la cultura en la que estemos inmersos, el régimen político que nos toque soportar, son elementos que graduan nuestra vista a las exigencias que nos imponen los que dirigen este mundo.
La única vía para salir de este vórtice en que estamos inmersos todos es el conocimiento. De ahí que todos los gobiernos, sin exclusión, intenten controlar y controlen (porque si no, perderán el poder)el mayor número de medios de información posible. Con ellos amarran de forma certera nuestras conductas dentro de su estrategia global de civilización.
En fin, Rafa, como ves me lanzo casi sin paracaidas con estos temas, pero la indignación es algo que no pueden controlar los que mandan, es de cada cual, igual que la sed de conocimientos.
SALUD, AMIGO.