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Cae la tarde

ocaso

A Isabel










"¿Dónde estás, vida?


-me pregunto-


cuando se extingue el cigarrillo de esta hora."




Isabel Guevara






Cansada y sin aliento


Cae la tarde


Desollando la piel de sus rodillas


Hasta llegar al hueso, mudarse en un muñón


Purpúreo y purulento


Rendido a los conjuros de lo opaco


De un firmamento huérfano.



Sin lumbre no hay certezas,


Sólo un rescoldo que se finge llama


Y en cópula sublime con la duda


Engendra en sus enigmas el poema


Por no abrasar del todo la esperanza.



El dogma no es vivero para el canto;


La música crepita en solitud


Lo mismo que una rosa henchida en fuego


Se duele codiciando ser vestigio


Helado e insensible en lo perpetuo.



Acerba es la sutura de los versos,


Aullido desgarrado en la garganta


Del frágil territorio de la sangre,


En tanto el humo leve de las horas


Inerme se disipa en la negrura


Y el fuego languidece sin veneros.



No obstante la elegía de la noche,


Mañana se alzará de nuevo el día


Erguido en las muletas que, sediento,


Creará con la osamenta del crepúsculo,


Y, aullando igual que un lobo, hacia el ocaso


Ira buscando el duelo del orgasmo


Que erige el sinsentido de la vida.



Prosaica y sin encanto es la quietud


Que aguarda agazapada en lo infinito;


Jamás anticipemos las cenizas.


archivado en:
MANUEL RUBIALES REQUEJO
MANUEL RUBIALES REQUEJO dice:
26/10/2009 20:52

Esto me lo lees un atardecer en la Caleta, al pie del Balneario de la Palma y con la Viña asomanda a mis espaldas y puede que hasta te diera un beso en los morros. ¿qué arte, picha, qué arte...!