Buitres sobre el Caribe
La historia de Cuba, desde la llegada de los conquistadores españoles, los cuales aniquilaron a la casi totalidad de su población originaria amerindia, hasta la llegada del Comandante, fue la historia de una dominación militar y colonial. Desde el siglo XVI la isla fue una colonia española y, tras la Guerra del 98, una colonia de facto de los Estados Unidos de Norteamérica, que bien pronto, con la fuerte limitación que operaron sobre la autonomía isleña mediante la promulgación de la Enmienda Platt, que convertía a Cuba prácticamente en un protectorado yanqui, dejaron ver que sus verdaderas intenciones al “apoyar”la independencia cubana no eran otras que sustituir a la metrópoli española en el control y dominación colonial de la isla.
La llegada de Fidel Castro, derrocando al golpista Batista que contaba desde sus orígenes con el beneplácito de EE.UU. y sus buitres, a los que terminó vendido la isla a saldo, supone, por tanto, el final de varios siglos de sumisión colonial de los cubanos. Pero inicia una etapa también muy dura, que ya está a punto de cumplir cinco décadas, en la que la isla ha debido soportar las consecuencias de la declaración tácita de guerra que el Imperio realizó contra la Revolución. Sí, guerra, pues ya antes del estrepitoso fracaso en playa Girón de los mercenarios que, auspiciados por la CIA, pretendieron abortar la los logros de la Revolución, Cuba ha sido, permanentemente, víctima de una de las tácticas más ignominiosas de las que se pueden perpetrar en una guerra. Una táctica, muy utilizada durante la Edad Media, que, sitiando y confinando en el más absoluto aislamiento al pueblo cubano hasta, de ser necesario, llegar a matarlo de inanición, ha pretendido el fin último no de derrocar una supuesta dictadura, sino de reinstaurar el colonialismo en la isla para continuar esquilmándola sin oposición alguna.
Tras este análisis histórico, que seguro que casi nadie comparte, ¿alguien se puede extrañar de los errores cometidos por Fidel Castro?; ¿o de qué éste no haya permitido una “disidencia”, en ocasiones honesta, pero en las más de las veces quinta columna de las ambiciones coloniales del Imperio? Debe ser complicado hacer distinciones entre ambas disidencias cuando se está sometido a estado de sitio de carácter económico y militar. Pues el bloqueo, sin duda, no sería posible sin la permanente presencia armada de los EE.UU. en torno a la isla. Sí, seguro de que la mayoría de ustedes se extrañarán, imbuidos consciente o inconscientemente de ese espíritu anticastrista difundido por nuestros medios de “comunicación”, éstos tan democráticos que tampoco dan espacio para que se escuche la voz de los disidentes. Será que también se sienten asediados.
De lo que es casi seguro que no se extrañan es de que, bajo esas condiciones de siglos de colonialismo y décadas de guerra, Cuba, un país abocado por esas mismas circunstancias a situarse en lo que se ha dado en denominar Tercer Mundo, cuente con unos excelentes servicios públicos y gratuitos de todo tipo y con cifras de mortalidad, incluida la infantil, de las más bajas del mundo e incluso inferiores que las de muchos países de los más desarrollados. No, claro, eso no es producto de la Revolución, sino de la casualidad y se podría lograr en cualquier país empobrecido sometido al saqueo de las transnacionales y de la sangrante injusticia de la deuda externa y de tratados comerciales hechos a la medida del Imperio. Está claro, pues, que Evo y Hugo se equivocan al seguir ciertos patrones de los utilizados en la Revolución cubana.
Sí, en la Cuba de la Revolución se han cometido muchos errores, pero, sin duda son muchos más los aciertos, especialmente si se valoran en función del contexto opresivo externo que ha estado ejerciendo ese férreo asedio sobre la isla. Eso sí, los cubanos, esos que cuentan con buenos hospitales, bibliotecas y colegios públicos, y con niños sanos, a pesar del tremendo handicap que debe suponerles no poder atiborrarse de video juegos y vehículos teledirigidos, difícilmente pueden ir a proporcionar negocio a los adalides del consumismo, pues a niveles de consumo el ignominioso bloqueo los condena a sufrir casi niveles de subsistencia. Sí, en Cuba, se han sacrificado muchas cosas, incluso a veces atentando contra los derechos humanos. Lo ha hecho Fidel, pero sobre todo y con diferencia se ha hecho en Guantánamo y desde Washington y Miami. Pero, cuando hay dos varas bien distintas de medir, ya se sabe.
Hoy, que parece que la vida de Fidel está llegando a su fin, el olor a carroña ha reactivado la avidez de la bandada de buitres que desde el siglo XVI sobrevuelan sin cesar la isla. Pero, no se engañen, como tras la guerra del 98, no tratan de liberar al pueblo cubano y dotarlo de más dignidad e independencia –eso, hasta ahora, sólo lo ha pretendido el Comandante, por muchos aspectos de la Revolución hayan podido terminar desvirtuándose-, sino que pretenden devolverlo a la sumisión del colonialismo, privatizando todos los servicios públicos para hacer negocio y arrancando a la isla hasta el último carácter propio con el fin de transformarla, como al resto del Mundo, en un inmenso hipermercado donde todo, hasta la salud y la vida, está en venta. Para los que tengan poder adquisitivo, claro.
Pero tampoco se extrañen se que el pueblo cubano vuelva a resistir de nuevo, que puede que no sean tantos los disidentes de la Revolución como nos tratan de hacer creer estos benditos canales informativos “nuestros”, voceros del pensamiento único, que no admiten el menor atisbo de disidencia.
Cuba libre no es una bebida inventada en Miami, Cuba libre, y lo que esto significa en cuanto a oposición a los dictados imperiales, es un espíritu que ha calado hondo en muchos cubanos y que, también, ha servido y seguirá sirviendo de ejemplo para otros muchos pueblos oprimidos por mucho que les pese a los portadores de las tinieblas del lado oscuro.
Todo ello dicho sin tratar en ningún momento de obviar o justificar, aunque sí situándolos en su contexto, los errores cometidos por Fidel, pero tampoco creyendo necesario detenerme en ello, pues de eso, tratando de magnificarlo lo más posible, ya hablarán otros muchos, con una mayor capacidad de difusión, largo y tendido.
Así que terminaré diciendo que, para mí, Cuba, a pesar de los pesares y de las muchas cosas que no me gustan, con acierto o sin él, del régimen de Castro, sigue siendo una de las pocas esperanzas de otro mundo posible. Pero sin Guantánamo. Esa esperanza, y no otra cosa, es la que pretenden devorar los buitres del neoliberalismo y el imperio económico-militar que asola la Tierra, desde el Líbano a Sierra Leona, desde Irak a Mozambique, pasando de tiempo en tiempo por los Balcanes, Argentina, Chile o Chiapas.
La llegada de Fidel Castro, derrocando al golpista Batista que contaba desde sus orígenes con el beneplácito de EE.UU. y sus buitres, a los que terminó vendido la isla a saldo, supone, por tanto, el final de varios siglos de sumisión colonial de los cubanos. Pero inicia una etapa también muy dura, que ya está a punto de cumplir cinco décadas, en la que la isla ha debido soportar las consecuencias de la declaración tácita de guerra que el Imperio realizó contra la Revolución. Sí, guerra, pues ya antes del estrepitoso fracaso en playa Girón de los mercenarios que, auspiciados por la CIA, pretendieron abortar la los logros de la Revolución, Cuba ha sido, permanentemente, víctima de una de las tácticas más ignominiosas de las que se pueden perpetrar en una guerra. Una táctica, muy utilizada durante la Edad Media, que, sitiando y confinando en el más absoluto aislamiento al pueblo cubano hasta, de ser necesario, llegar a matarlo de inanición, ha pretendido el fin último no de derrocar una supuesta dictadura, sino de reinstaurar el colonialismo en la isla para continuar esquilmándola sin oposición alguna.
Tras este análisis histórico, que seguro que casi nadie comparte, ¿alguien se puede extrañar de los errores cometidos por Fidel Castro?; ¿o de qué éste no haya permitido una “disidencia”, en ocasiones honesta, pero en las más de las veces quinta columna de las ambiciones coloniales del Imperio? Debe ser complicado hacer distinciones entre ambas disidencias cuando se está sometido a estado de sitio de carácter económico y militar. Pues el bloqueo, sin duda, no sería posible sin la permanente presencia armada de los EE.UU. en torno a la isla. Sí, seguro de que la mayoría de ustedes se extrañarán, imbuidos consciente o inconscientemente de ese espíritu anticastrista difundido por nuestros medios de “comunicación”, éstos tan democráticos que tampoco dan espacio para que se escuche la voz de los disidentes. Será que también se sienten asediados.
De lo que es casi seguro que no se extrañan es de que, bajo esas condiciones de siglos de colonialismo y décadas de guerra, Cuba, un país abocado por esas mismas circunstancias a situarse en lo que se ha dado en denominar Tercer Mundo, cuente con unos excelentes servicios públicos y gratuitos de todo tipo y con cifras de mortalidad, incluida la infantil, de las más bajas del mundo e incluso inferiores que las de muchos países de los más desarrollados. No, claro, eso no es producto de la Revolución, sino de la casualidad y se podría lograr en cualquier país empobrecido sometido al saqueo de las transnacionales y de la sangrante injusticia de la deuda externa y de tratados comerciales hechos a la medida del Imperio. Está claro, pues, que Evo y Hugo se equivocan al seguir ciertos patrones de los utilizados en la Revolución cubana.
Sí, en la Cuba de la Revolución se han cometido muchos errores, pero, sin duda son muchos más los aciertos, especialmente si se valoran en función del contexto opresivo externo que ha estado ejerciendo ese férreo asedio sobre la isla. Eso sí, los cubanos, esos que cuentan con buenos hospitales, bibliotecas y colegios públicos, y con niños sanos, a pesar del tremendo handicap que debe suponerles no poder atiborrarse de video juegos y vehículos teledirigidos, difícilmente pueden ir a proporcionar negocio a los adalides del consumismo, pues a niveles de consumo el ignominioso bloqueo los condena a sufrir casi niveles de subsistencia. Sí, en Cuba, se han sacrificado muchas cosas, incluso a veces atentando contra los derechos humanos. Lo ha hecho Fidel, pero sobre todo y con diferencia se ha hecho en Guantánamo y desde Washington y Miami. Pero, cuando hay dos varas bien distintas de medir, ya se sabe.
Hoy, que parece que la vida de Fidel está llegando a su fin, el olor a carroña ha reactivado la avidez de la bandada de buitres que desde el siglo XVI sobrevuelan sin cesar la isla. Pero, no se engañen, como tras la guerra del 98, no tratan de liberar al pueblo cubano y dotarlo de más dignidad e independencia –eso, hasta ahora, sólo lo ha pretendido el Comandante, por muchos aspectos de la Revolución hayan podido terminar desvirtuándose-, sino que pretenden devolverlo a la sumisión del colonialismo, privatizando todos los servicios públicos para hacer negocio y arrancando a la isla hasta el último carácter propio con el fin de transformarla, como al resto del Mundo, en un inmenso hipermercado donde todo, hasta la salud y la vida, está en venta. Para los que tengan poder adquisitivo, claro.
Pero tampoco se extrañen se que el pueblo cubano vuelva a resistir de nuevo, que puede que no sean tantos los disidentes de la Revolución como nos tratan de hacer creer estos benditos canales informativos “nuestros”, voceros del pensamiento único, que no admiten el menor atisbo de disidencia.
Cuba libre no es una bebida inventada en Miami, Cuba libre, y lo que esto significa en cuanto a oposición a los dictados imperiales, es un espíritu que ha calado hondo en muchos cubanos y que, también, ha servido y seguirá sirviendo de ejemplo para otros muchos pueblos oprimidos por mucho que les pese a los portadores de las tinieblas del lado oscuro.
Todo ello dicho sin tratar en ningún momento de obviar o justificar, aunque sí situándolos en su contexto, los errores cometidos por Fidel, pero tampoco creyendo necesario detenerme en ello, pues de eso, tratando de magnificarlo lo más posible, ya hablarán otros muchos, con una mayor capacidad de difusión, largo y tendido.
Así que terminaré diciendo que, para mí, Cuba, a pesar de los pesares y de las muchas cosas que no me gustan, con acierto o sin él, del régimen de Castro, sigue siendo una de las pocas esperanzas de otro mundo posible. Pero sin Guantánamo. Esa esperanza, y no otra cosa, es la que pretenden devorar los buitres del neoliberalismo y el imperio económico-militar que asola la Tierra, desde el Líbano a Sierra Leona, desde Irak a Mozambique, pasando de tiempo en tiempo por los Balcanes, Argentina, Chile o Chiapas.
Si cae Fidel y su revolución, poco tardará Cuba en parecerse a Cancún. Y, como bien dices, dejará de ser ejemplo de otros nuevos regímenes como los de Evo y Hugo. Sin embargo, ¡cuánto dependen estas experiencias revolucionarios del tiempo de vida de sus líderes¡ ¡Qué rápido viene luego la democracia capitalista y lo transforma todo¡