Patos okupas
Me cuenta mi amigo Rafa que ha visto en el patio del Parlamento una pareja de patos con toda la plebe de patitos detrás. Y si el Rafa lo dice, es cierto (que vivir en el Parlamento no siempre significa ser diputado). No me ha especificado la marca, la denominación de origen o la subespecie de las tales anátidas, sólo que se han ido de ocupas a uno de los estanques interiores (y he aquí lo sorprendente) de la dicha institución andaluza.
Yo imagino que se han ido huyendo del mundanal ruido que levantan los polvos de los caminos rocieros por estas fechas, que le ponen a una el ecosistema perdido. Ellos dirán que si los presidentes se van a Doñana de asuntos propios, lo propio pueden hacer las autóctonas del parque nacional, es decir, ocupar las sedes políticas en contraprestación de servicios. Como si las aves, expulsadas ya del paraíso por la mismísima mano del mortal especulador, fuera a pedir explicaciones –y morada, de paso- a los responsables de despropósitos tales como el asfaltado de los caminos, la seca de acuíferos o la corta de encinas.
Yo me estoy pensando hace ya tiempo qué lugar ocuparé cuando los yesos lleguen hasta mi puerta. Y antes de que me invadan la casa, quiero recoger mis cosa imprescindibles e instalarme, no sé, en el chalet de Barrero o en el de la Coves. Porque someterme ahora a una mutación física para adaptarme a un residuo radiactivo me parece una experiencia demasiado dolorosa. Mejor, como los patos okupas del Parlamento.
Yo imagino que se han ido huyendo del mundanal ruido que levantan los polvos de los caminos rocieros por estas fechas, que le ponen a una el ecosistema perdido. Ellos dirán que si los presidentes se van a Doñana de asuntos propios, lo propio pueden hacer las autóctonas del parque nacional, es decir, ocupar las sedes políticas en contraprestación de servicios. Como si las aves, expulsadas ya del paraíso por la mismísima mano del mortal especulador, fuera a pedir explicaciones –y morada, de paso- a los responsables de despropósitos tales como el asfaltado de los caminos, la seca de acuíferos o la corta de encinas.
Yo me estoy pensando hace ya tiempo qué lugar ocuparé cuando los yesos lleguen hasta mi puerta. Y antes de que me invadan la casa, quiero recoger mis cosa imprescindibles e instalarme, no sé, en el chalet de Barrero o en el de la Coves. Porque someterme ahora a una mutación física para adaptarme a un residuo radiactivo me parece una experiencia demasiado dolorosa. Mejor, como los patos okupas del Parlamento.
Hola María, pues creo que ya se la "marca" de los patos. Según me ha dicho el bueno de Enrique que, como sabes, entiende mucho de aves, lo más probable es que se trate de azulones (ánades reales). Yo he mirado unas fotografías por los "interneses" y creo que tiene razón.
Pero bueno, a estos patitos, junto con mamá pata, que papá pato no apareció, ya vinieron a recogerlos durante el fin de semana y se los han llevado, según me han dicho, a un centro de recuperación. Como padre adoptivo preocupado por mis patitos recién nacidos espero que haya sido a un sitio como por ejemplo la Cañada de los Pajaros y que estén mejor de lo que hubieran estado aquí en el Parlamento.
Lo que pasa es que cuando, huyendo de los fosfoyesos, decidas okupar alguno de los "chaleses" que citas, seguro que viene alguien para, como a mis patitos, devolverte a tu hábitat natural, y lo llamo así a pesar de que ya sabemos que es un hábitat artificialmente químico; todo sea por la calidad de vida que nos aportan los "cedeses", las aspirinas y tanta y tanta octava maravilla que se fabrica gracias a "nuestra moderna" industría química (AIQB dixit).
Un beso radiactivo (pero poco según el CSIC, o mucho no sé, que con estos informes superiores no termino de aclararme)