Érase una calle peatonal
Calle peatonal: título honorífico que viene siendo otorgado por el Ayuntamiento a determinadas vías del centro de Huelva. Gracias a esta credencial los vehículos privados pueden aparcar entre macetón y macetón, pegaditos a la pared. Pueden circular a su libre albedrío, esto es, en todas direcciones y a la velocidad que los incómodos viandantes le permiten.
Poseer el certificado de calle peatonal permite la comodísima carga y descarga de furgonetas en las puertas mismas de comercios y bares. Permite, asimismo, que los camiones de las obras no tengan mayor inconveniente en cortar la vía, estacionándose en el mismísimo centro de la misma, si así procede.
Una calle peatonal es aquélla cuyo piso ha sido vestido de domingo: pasó de tener un suelo de asfalto gris y rasposo a contar con un firme de adoquines algo más fino y en dos tonos. Y sin los incómodos bordillos de las aceras, que ya dejaron de existir. Son las calles en las que se ahorran las señales de circulación por razones obvias. No es necesario indicar que está prohibido aparcar o circular en esta dirección. Todo lo cual facilita extraordinariamente el tráfico de cualquier tipo de vehículos, como digo en cualquier sentido. Facilita el aparcamiento y la emisión de gases invernadero. Facilita la sinfonía de bocinas infernales, alarmas de estresados pidiendo paso por donde se supone que no deben pasar. Todo un lujo
En fin, que si lo que se pretendía era dar a las calles ese aspecto de gran centro comercial –nadie en el consistorio pensó, naturalmente, en un espacio para el ocio, para el paseo, para la conversación y la cercanía entre personas-, pues como que no se ha conseguido. Todo lo más, se llegará a una privatización para terrazas pijas, en la céntrica y mutilada plaza de las monjas. Porque peatonalizar, no peatonalizaremos calles mientras nuestros cuerpos y nuestras mentes sigan dependientes del motor, mientras nos creamos indefensos como peatones y hagamos uso del coche como si de una coraza se tratara (al estilo Mazinger Z). Y, por supuesto, mientras el Ayuntamiento no quiera construir una ciudad a escala humana, el centro de Huelva será el paraíso del automovilista. Vamos, lo que siempre fue, pero sin títulos honoríficos.
Poseer el certificado de calle peatonal permite la comodísima carga y descarga de furgonetas en las puertas mismas de comercios y bares. Permite, asimismo, que los camiones de las obras no tengan mayor inconveniente en cortar la vía, estacionándose en el mismísimo centro de la misma, si así procede.
Una calle peatonal es aquélla cuyo piso ha sido vestido de domingo: pasó de tener un suelo de asfalto gris y rasposo a contar con un firme de adoquines algo más fino y en dos tonos. Y sin los incómodos bordillos de las aceras, que ya dejaron de existir. Son las calles en las que se ahorran las señales de circulación por razones obvias. No es necesario indicar que está prohibido aparcar o circular en esta dirección. Todo lo cual facilita extraordinariamente el tráfico de cualquier tipo de vehículos, como digo en cualquier sentido. Facilita el aparcamiento y la emisión de gases invernadero. Facilita la sinfonía de bocinas infernales, alarmas de estresados pidiendo paso por donde se supone que no deben pasar. Todo un lujo
En fin, que si lo que se pretendía era dar a las calles ese aspecto de gran centro comercial –nadie en el consistorio pensó, naturalmente, en un espacio para el ocio, para el paseo, para la conversación y la cercanía entre personas-, pues como que no se ha conseguido. Todo lo más, se llegará a una privatización para terrazas pijas, en la céntrica y mutilada plaza de las monjas. Porque peatonalizar, no peatonalizaremos calles mientras nuestros cuerpos y nuestras mentes sigan dependientes del motor, mientras nos creamos indefensos como peatones y hagamos uso del coche como si de una coraza se tratara (al estilo Mazinger Z). Y, por supuesto, mientras el Ayuntamiento no quiera construir una ciudad a escala humana, el centro de Huelva será el paraíso del automovilista. Vamos, lo que siempre fue, pero sin títulos honoríficos.
Es lo que tiene la demagogia: se vende la idea de "ecologismo viario" y lo que,de cierto, hay es un espacio peligrosísimo para el peatón. Pero todavía hay ingenuos que reclaman más calles peatonales ...
Salud y República.