El Madroño, por María Gómez Mar
El grupo ecologista El Madroño regala cada año un árbol recién nacido a todas las niñas y los niños que vienen a sembrarse a Bonares. En un acto hermosísimo en el que se conjugan perfectamente ecología y poesía, en un afán por comunicar la necesidad de perpetuarnos, El Madroño acerca los niños a la tierra y a los árboles las manos infantiles, que serán quienes decidan si agua o fuego.
Mientras, a pocos kilómetros de allí, en Lucena del Puerto, la administración com/petente talaba decenas de alcornoques que estorbaban en el trazado de la carretera. Los poemas que íbamos sembrando, eran arrancados por ciegas decisiones políticas al otro lado del asfalto. Por cada encina de cada uno de nuestros hijos, caía un alcornoque centenario. Contra sus motosierras, azadones de juguete; contra el ruido, el verso.
Seguros de que no pueden competir con la realidad de un discurso desarrollista disfrazado de progreso y trabajo, los padres y las madres de Bonares llevan a sus hijos al bosque cada año para celebrar el Día del Árbol, en un acto más romántico que práctico, que encierra una forma diferente de transmitir los valores. Ellos escogen para sus hijos esta relación directa con el monte y con la tierra, pudiendo haber elegido otras. Ambas están ahí. Principio o final, vida o muerte. Sangre o alquitrán.
Mi niño le ha prometido a su encina volver cada viernes para regarla. Todavía no entiende de cuchillos ni de fuegos, ni de Consejerías, ni de directoras generales, ni de planes urbanísticos. No pienso caer en la tentación de contarle la verdad y me dejaré llevar por su esperanza.
Pues sí, María, la verdad es que la directora de la cosa lo puso todo perdido de pis. Tras leer en la prensa local (tan neutral, tan aséptica y veraz desde tiempos inmemoriales) sus declaraciones me quede pasmado, perplejo, anonadado e insultado, un verdadero insulto a mi escasa inteligencia, que si fuera un poco más inteligente seguro que yo también sería director general o delegado provincial o algo así. Pensé que la directora debía pensar que en Huelva somos todos nos depravados. Borrachos sin posibilidad de rehabilitación, fumadores empedernidos de tabaco y quién sabe si también de otras drogas prohibidas, comedores de carroña y puede que hasta unos asquerosos pederastas en potencia.
Pero bueno aun queda un lugar para la esperanza. Creí entender también que esos desgraciados que mueren prematuramente son los más mayores y que yo, que a mis 44 años aun me siento joven, aun tengo posibilidades de rehabilitarme y alcanzar la vida eterna, que con esto de los avances en genética y la clonación nunca se sabe. Y es que estos viejos comían sus buenos potajes, su gazpachito y su “pringá”, bebían mosto natural y fumaban tabaco del de verdad. Y cuando hacían deporte no lo hacían en esos magníficos gimnasios pijos, sino en el campo matándose a trabajar. Y todo esto les debió joder mucho el organismo. Los jóvenes como nosotros, María, y también los más jóvenes han mejorado mucho y por eso dentro de unos años Huelva, en lugar de encuadrarse en el triángulo de la muerte, puede que pase a ser la nueva Shangrilá. Por que ahora nada de mosto, sino ginebra de garrafa, y tinto en tetra-brik con al menos un 5 % de jugo de uva y un 95 % de aditivos, conservantes y colorantes. Y en lugar de la perniciosa dieta mediterránea mucha hamburguesa, que no se porque le llaman comida basura. Basura era lo que se comía antes y no las actuales delicias transgénicas. ¡Ah! y el tabaco, ya lo pone en las cajetillas, mucho clorhidrato de nosequecarajo, kakaina deloscojones, tretracodeina quenosjode y un largo etc. ¡Vaya! que casi no queda espacio para el tabaco en un pitillo, así que el futuro ya no tendremos de qué preocuparnos, fumar será mucho más sano.
En cuanto a lo del deporte, claro que quiero unos campos de golf en los fosfoyesos, con su bolita roja rodando armoniosamente por esa alfombra blanca sin necesidad de riego (campo de golf más que ecológico que agua ahorraría mucha, ni reciclada la necesitaría). Por que claro, los que como yo dedicamos algunos ratitos a eso de corretear por Huelva, en esos minutillos nos metemos para los pulmones seis o siete veces más aire que el que está sentado en su butaca viendo al Inter o a los triunfantes de la Operación. Así que, consecuentemente, cuando me pego mi carrerita me meto para el cuerpo una cantidad considerable de mierda procedente, por supuesto, únicamente, del humo del tabaco de la gran multitud que me jalea en mi recorrido. Así que con el golf ganaríamos todos, que al ser un deporte más tranquilito, pues menos aire y menos nicotina.
Y ese coto de caza, ¡lo sabrosos que estarían los conejos a la parrilla! Ya sabes que hay quién dice que las gambas de la costa de la luz están más sabrosas por el cobre de sus aguas. Pues esos conejitos que corretean sobre las cenizas de pirita no te digo como deben estar de ricos, ricos.
Y ¿sabes? últimamente empiezo a echarme algún que otro cigarrito y puede que incremente su consumo. Más que nada para que el día que me muera, si es que me muero pues las mejoras ambientales de nuestra Huelva puede, como ya he dicho antes, que nos eternicen, se sepa la causa: el tabaco. Y que no tenga ningún responsable de la cosa sanitaria que verse obligado, muy a su pesar, a encuadrarme entre los que se mueren por parada cardio-respiratoria. Que bueno sí, cuando uno se muere creo que se la para el corazón y deja de respirar.
En fin, que con tanta mejora sanitaria y ambiental, a partir de ahora, prometo correr menos (a la espera de lo del golf), fumar mucho, beber 7 o 8 cubatas diarios y comer a reventar. ¡Ah! e intentaré follar más, aunque la cosa está un poco cruda, para que si alguien tiene que venir por Huelva algún día a terminar acusándonos de depravados, por lo menos que le hayamos dado gustito al cuerpo.
Con toda esta dieta, creo que estaré en el buen camino hacia la vida eterna. A no ser que la susodicha directora general decida venir mucho por Huelva, que ya se sabe que el maltrato psicológico a base de mentiras, menosprecio y burlas, también nos quita años de vida.
Un beso cariño.