Gritos
Por favor, no grite, que a Cacuito le sangran los oídos. No piense que con ese gesto vocal impropio de seres humanos se hará respetar. No reviente los tímpanos de su pareja si cocinando una tortilla cae la espumadera. Deje de zarandear el pabellón auricular de su bebé cuando es incapaz de coger el sueño que usted ansía. Si el compañero de oficina aún no aprendió a desintoxicarse los pulmones, no le taladre el martillo, el yunque y el estribo. No repase a viva voz y vena la parentela canina de ese pekinés que esta mañana se le abalanzó en una esquina. Por favor, en la reunión de la comunidad de vecinos, alce la mano antes de espetarle al presidente con la virulencia del sonido de una sala de calderas y las encías al rojo vivo que es un inepto porque no arreglaron el canalón. A la postre, ciudadano comunicante, sólo se gritará a sí mismo.