Cabrera Infante
Ha muerto el escritor anticastrista cuyas obras compraban clandestinamente en Cuba al cambio de tres botes de leche condensada. Unas amistades tropicales contaron a Cacuito que desde muy joven agitó el cotarro intelectual cubano, plantó oposición a Batista hasta encarcelar sus huesos en una mazmorra, fundó la cinemateca antes de exiliarse en Londres (ciudad de la que amaba su libertad sexual). Su condición de cinéfago confesado le convirtió en el primer escritor latinoamericano que llegó a Hollywood como guionista. Intervino en la adaptación de la novela Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, que el aventurero John Huston hizo cine en 1984. Amante de actores como Gary Cooper, películas como Cabaret y empresarios como Walt Disney, le sacudió al ensayo cinematográfico, al relato y a la novela. En su escritura adivinamos a un Gómez de la Serna tropical y depresivo, pero, al contrario que éste, siempre sulfurado con el régimen (barbudo), con apurada vista a los amaneceres del trópico en la retina de la memoria.
El autor de La Habana para un infante difunto, como Cacuito les avisa para que observen, fue un amante del juego de la palabra, del barroquismo, de la modernidad, del zarandeo de su idioma (el español en cubano), de la aliteraciones, retruécanos, conceptismos y greguerías, de la voluptuosidad sonera de la forma para asestarte con la amargura del contenido. Como Borges, de las boutades y la provocación intelectual: llegó a ningunear los cuentos de Rulfo. Obtuvo el Premio Cervantes en 1997, previo rechazo de García Márquez.
Hoy en El Malecón pasean y lloran tres tristes tigres viudos.
El autor de La Habana para un infante difunto, como Cacuito les avisa para que observen, fue un amante del juego de la palabra, del barroquismo, de la modernidad, del zarandeo de su idioma (el español en cubano), de la aliteraciones, retruécanos, conceptismos y greguerías, de la voluptuosidad sonera de la forma para asestarte con la amargura del contenido. Como Borges, de las boutades y la provocación intelectual: llegó a ningunear los cuentos de Rulfo. Obtuvo el Premio Cervantes en 1997, previo rechazo de García Márquez.
Hoy en El Malecón pasean y lloran tres tristes tigres viudos.
"(...)Hoy en El Malecón pasean y lloran tres tristes tigres viudos".
Man disho que a dos de ellos se lo comielon con flijoles tles comisalios políticos en la bodeguita de enmedio.
Pelo el más goldito, como es de papel y atiende al nomble de "impelialismo", se flota las pezuñas pasando páginas de un liblo de Infante en un alalde de papiloflexia.