5. A LA SOMBRA DEL PALO BORRACHO (PIANTADA CRÓNICA DE UNA ESTADíA EN BUENOS AIRES E IGUAZÚ)
V
Es un tópico manifestar que los alrededores de la Plaza de Mayo recuerdan a Madrid. O que Alvear es prima hermana de París. Pero no por ello deja de ser menos cierto, doy fe. Pasamos una mañana deambulando por Hipólito Yrigoyen, Balcarce, Rivadavia, Bolívar. Entramos en la Catedral, saludamos al Cabildo y al Banco de la Nación y, cómo no, pasamos largo rato retratándonos en la Casa Rosada, como unos guiris campeones. Realmente te sacude el alma pasear por entorno tan característico, pisar el suelo de una plaza cargada de emotividad, testigo de tantos momentos históricos. En la Plaza de Mayo continúan reuniéndose las madres que honran a sus familiares desaparecidos. Hoy es el epicentro de las grandes concentraciones y manifestaciones de Buenos Aires. Toda convocatoria que se precie debe aglomerarse en esta plaza. Por eso, nos contaron, los últimos presidentes ya no viven en la Casa Rosada, rodeados de sempiterno alboroto y disturbio, sino que se desplazan en helicóptero diariamente desde una residencia a las afueras. Otra curiosidad es que la Casa Rosada no es exactamente rosa, más bien salmón. El color va fluctuando con los sucesivos embellecimientos. Nunca conserva un tono exacto. En ella rodaron Evita Antonio Banderas y Madonna. Desde el balcón presidencial cantó Madonna "No llores por mí, Argentina".
En realidad la plaza es pequeña, y el ambiente encantador, con sus palmeras, sus palomas pululando y cagando, los quioscos vendiendo recuerdos y banderitas de Argentina. Me recordó al Parque de Las Palomas en Huelva hace treinta años, pero con la salvedad de que aquí podías toparte con la Pirámide de Mayo, el Monumento al General Belgrano y toda suerte de pintadas contestatarias.